Jonathan Guillén Cofré | Chile

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Biografía

Jonathan Guillén Cofré es escritor y profesor de lengua castellana y comunicación. Actualmente, candidato a magíster en estudios literarios por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ha participado en encuentros de literatura a nivel nacional y en países como Perú, Bolivia y Argentina, destacando sus intervenciones sobre la literatura del extremo norte de Chile y sus cualidades transfronterizas.
En el año 2008 publica el poemario Urbana siniestra, por el sello boliviano Yerba Mala Cartonera, el año 2014 se vuelve a publicar bajo la editorial Demo Libros (Copiapó, Chile). En el 2013 es incluido en la antología Predicar en el desierto: Poetas jóvenes del Norte Grande de Chile de la Fundación Pablo Neruda. El año 2017 publica el poemario Abandono por el sello Editorial Navaja (Iquique, Chile).
Sus áreas de investigación abordan la filología, la teoría y crítica literaria, la literatura y la estética. Además de artículos literarios sobre territorio y nuevas tecnologías. Dirige la Editorial Sismo.

 

Jonathan Guillén Cofré

 

 

1.- ¿Cómo enfrentas la escritura del poema? ¿En qué punto consideras un texto próximo a su cierre?

Como un cobarde que lo logra a punta de su último aliento, pero llego. La escritura del poema es un tránsito largo y tormentoso, plagado de formas y posibilidades que terminan agobiando a cualquiera que intente llevarla a cabo, pero eso hay que saberlo desde un principio, por lo mismo seguimos adelante, porque nos deleita y eso nos lleva a admitir un compromiso totalitario, en el que hay que estar dispuesto a retorcerse, a toser sangre en algún momento, a estar enfermo. Soy de los que a la larga aceptan el trato y por lo tanto no me queda otra que disfrutar de esos latigazos del proceso de escritura. Un ejemplo ilustre de sadomasoquismo. Siempre he pensado que pasamos por constantes zonas sombrías, pero terminamos en una especie de iluminación, bien la hallamos o construimos el camino para hacerlo y cuando sentimos que lo logramos, le sucede inmediatamente el quiebre, y así comenzamos otra vez. El mismo tránsito, por ejemplo, de Blanca Varela, que se desliza desde lo más oscuro hacia la iluminación mediante la poesía. No sé si yo vaya tan lejos. 

Dichos estos síntomas, no es extraño que un texto se modifique en cualquier momento, en cualquier escena; admitiendo un cambio de significado, de percepción. Eso mismo nos lleva a considerar la dificultad de creer en el final de un poema. Pero en algún punto hay que considerar esto de proponer un texto terminado y aquí cabe una distinción: se puede dar por terminado un proyecto escritural, mas no decir que un poema está cerrado. 

Entonces, la proximidad de eso que llamamos “cierre” se daría solo cuando se empieza a pensar en otra temática, en otra aventura, en otro texto o como quieran llamarlo; pero decir que está cerrado (y que no se puede intervenir), ser taxativo, sentencioso en eso, puede ser un error y quizá signifique no entender esto de los procesos creativos; o tal vez ese momento de cierre no llegue mientras estemos vivos, porque el texto puede seguir creciendo sin la intervención de su primer autor. 


2.- ¿Qué importancia juega la revisión/corrección en él? ¿Existe una lectura por parte de terceros?, y si la hay, ¿cómo dialogas con las sugerencias u observaciones recibidas?

Es primordial. Son muchos los mecanismos que entran en juego incluso antes de sentarse a escribir, y cada uno de ellos debe tener procesos de corrección y también una especie de puesta en marcha antes de acceder al siguiente nivel, porque no solo se corrige el texto escrito, también su performance en la que el espectador se transforma y no es solamente un observador, sino que es cogenerador del mismo. La relación íntima que se da entre el espectador y el intérprete es un vehículo de sentimientos y emociones, más allá de la palabra. 

El poeta debe lograr generar (en sí mismo y en el otro) reacciones que confirmen una experiencia estética y que puedan dar paso a la trasformación interna. Son textos que se mantienen a sí mismos en su materialidad cualquiera sea su temática. Por lo mismo considero imprescindible el “juicio” por parte de un tercero, que no se acomoda en el panorama confortable donde el creador casi siempre representa su lugar de seguridad. El extranjero puede ver cosas en la superficie, porque nosotros siempre buscamos en el fondo y creo que eso es caprichoso e intelectualoide. 


3.- ¿Consideras que el poema ve afectada su naturaleza cuando alguien sugiere modificaciones y el autor acepta estos cambios? ¿Pierde autoría? ¿Se colectiviza el poema? ¿O este proceso resulta, más bien, parte de una operación complementaria que no interviene significativamente el texto?  

Es que la naturaleza misma del poema es verse constantemente afectada por diversas intervenciones, sobre todo por lo que podríamos llamar “experiencia estética”, un suceso lleno de belleza. Abundan. Y es que hay que tomar conciencia sobre lo más ínfimo y esto puede sugerir insondables cambios; por eso todo es importante, pero al mismo tiempo creo que es poca la autoría que pretenden poner en juego, porque el poeta selecciona y adorna, traza caminos, hace conexiones, y elige un producto, que puede o no gustar, es un riesgo, entonces ahí se puede hallar autoría. Ahora bien, lo significativo o no de esto, es otro gran problema, autoría y significados colectivos, un paradigma.

La poesía implica la visión y comprensión del otro; significa entender las diferencias y no sentirlas como una amenaza, debe construir una ética y una estética del mundo. Quizás, ante la idea primitiva de la poesía, eso de querer explicarlo todo a través de la experiencia estética, el texto en su materialidad compositiva o física sea lo menos importante.


4.- ¿Qué es lo que el autor no ve en su propio poema?

Casi siempre lo más evidente, lo inmediato, lo cercano se torna borrosos. Podemos ver un eclipse y disfrutarlo gracias a los ojos, a la mirada, pero nos cuesta demasiado disfrutar de la belleza del instante, de lo inmediato. Pero cuando con el tiempo te das cuenta sobre los errores de algún texto, no debería ser motivo de alarma, eso es lo que no viste y punto. Como afirma en un minuto Jorge Teillier: “¿Y las contraversiones? Al tacho, como dicen los jugadores de póker”. La/el poeta se cree un sabelotodo. Yo sé que saben, pero mucho simulacro para compartir algún conocimiento o alguna idea, pero a todos siempre se nos escapa algo, en todo orden de cosas.


5.- Por último, a nivel nacional, ¿existen dinámicas de lectura crítica –previa publicación- entre el sello editorial y el/la poeta? 

Últimamente se ha visto mucho y es muy sano, porque quienes llevan a cabo esta función son independientes al canon académico y económico, y promueven algo fundamental, ontológico, que es la poesía. Escribir un poema es una pulsión, ocurre en todo momento a lo largo de nuestra vida. La narrativa pertenece a una industria editorial. En cambio, la poesía es revulsiva, del rumor, de lo marginal y tránsfugo, a veces un mal negocio. 

Hay que saber arreglárselas solo. Y ya que hablamos de autoría, hacerlo bien es otra cosa, y en eso hay un mérito o una responsabilidad, debe ser divulgado. Pero el canon es un capricho, un capricho de flojos. Es mejor ir a lo dinámico, porque el proceso escritural y la existencia tienen su momento y luego se apagan, se vuelve a la zona de la penumbra que refería hace un momento, por eso no hay que perpetuarlas. Las dinámicas para la intervención de la poesía se vienen dando, a cada rato y en muchos territorios, son bellas y terriblemente productivas, hay que hacer el esfuerzo por visibilizarlas y las editoriales independientes y autogestionadas hacen el trabajo y eso se agradece.

 

 

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