Azucena González Blanco | España

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Azucena G. Blanco nació en Córdoba y actualmente reside en Granada, donde es profesora titular de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Granada. Además de poesía ha publicado ensayos y libros sobre pensamiento teórico contemporáneo; el más reciente de ellos es Politics and Literature in the Later Foucault (De Gruyter, 2020).

  • El ser breve (La Bella Varsovia, 2016)
  • Tránsitos (La Bella Varsovia, 2021)
  • Berta García Faet (España)
  • Robin Myers (Estados Unidos)
  • Ann Cotten (Estados Unidos)
  • Erika Martínez Cabrera (España)
  • María do Cebreiro Rábade Villar (España)

 

Azucena González Blanco

 

Selección de Tránsitos 
(La bella Varsovia, 2021)

 

Episodios de la montaña 

IV.

 

La noche más oscura clarea

—¿Puedes ver la montaña al fondo?—

Las formas adquieren relieve

Un gato que bordea el paisaje

Un gato andando la tapia

Un gato, eras

Así tan descarnadas e hirientes

como dibujos planos nos movemos, Invierno

Nos pegamos a la tapia para que no se descubra

nuestra delgadez platónica

—Y ¿qué era aquello que querías conocer?—

El calor alarga y dilata las formas

intensifica los colores

y nos parece que todo queda a la vista

Por eso la primavera es la era del conocimiento

Después el calor del verano distorsionó los

límites del farol junto al río

Y nos quedó esta sensación como de haberlo

visto antes

de tintineante déjà vu

Y no

—Sí, son las montañas a las afueras de San Francisco

un continuo ir y venir de luces desbarrancándose

y una felicidad dilatada, como lo es siempre,

de atreverse

a estar

ahí

asomándonos—

Aquí es invierno

las cosas están nostálgicas de luz

y titilan como sabiendo

que el círculo las retará

y la lluvia ya no será repliegue

Y por fin ahora es ahora

y no

 

 

Episodios de la montaña

V. Equilibrios

 

Al equilibrio montés se enfrenta con igual

elegancia

pero con una molicie estética

el equilibrio felino

—la elegancia nunca estuvo reñida con la

incomodidad,

y llevada al extremo es un magnífico ejercicio de

entereza—

Así ser que se

asoma a la roca

a la irregularidad de los bordes del vacío

dibuja también los límites

de un asomarse

en su propio cuerpo

El equilibrio montés

incrusta en el cuerpo de quien lo practica,

asceta montañero,

una quietud inquieta

 

 

Salto

 

La muerte es un salto

El nacimiento es un salto

La escritura es un salto

La confesión es un salto

El deseo es un salto

La traducción es un salto

El amor es un salto

El amor es una traducción

 

 

Economía de los afectos

 

Una terraza de dos metros cuadrados

—Casi no

habitábamos un instante—

El verde oscurecía allí donde el agua

arrinconaba todos los matices de colores

que no abrigan

Dos taburetes y una mesa marca TIBUK

perfectamente acoplados

a la escena siempre en sombra

—Entonces pensábamos que las vistas soleadas

eran un reflejo

de la economía de nuestros afectos—

En un cuarto que fue dormitorio, luego salón,

luego dormitorio para tres,

sobre las paredes

una sombra que nunca observé

renuncia

otra que ya no es mía

—cada siete años mudamos nuestras células,

no queda ninguna que allí habitara—

proyecta

escenas que nunca

llegamos a representar

En la otra habitación que fue

dormitorio, salón, habitación de invitados,

dormitorio comunal y habitación de un

desconocido,

cables inverosímiles arrastran penumbra

y su contrario, horas y su contrario

Finalmente, una ventana

hace acopio de silencios y copas

con una indecencia muy antigua

como de confesor sonrojado

Esta mesa tiene huellas

de los que quisieron permanecer

tres o cuatro instantes

durante siete años

cada miércoles

Recojan la lavadora al fondo

respeten su costura de costumbre

—Y sobre ese hueco, la herida

sobre la herida, el hilo

sobre el hilo, un cuerpo

ese cuerpo, deseo—

 

 

Selección de El Ser Breve
(La Bella Varsovia, 2017)

 

UNA LUZ INMENSA

ha cegado la mañana

los frutos tempranos ya

lo saben

los cuerpos pálidos aún

decapitados

Todos los ojos de la ciudad

han comprado la primera fila

en los balcones repletos

de sandías y zanahorias

Y los cuerpos los mismos

blandos

se entregan a ella

tras el letargo

—lagarto frío—

para que los abrase

para que los abrace

como una voluntad

de ahora sí

dibujarles un rostro

 

 

UNA CARA SOBRE EL BLANCO

y los versos

asoman a la mirada anónima

y leo

con la luz que madruga

pliegue y bóveda

la hoja

ficción orgánica

 

 

UNA OLA ACUMULA ALREDEDOR

cadáveres

danzantes y acuáticos

Ningún ritmo al que resistirse

Modulan sus cuerpos al oído sereno

mar cuadrado

mar dorada

La muerte los ha vuelto dóciles

a la música de los flotadores

Avispas mecidas en la turbulencia

 

 

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