Pedro Mena Bermúdez | México

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Biografía

Pedro Mena Bermúdez (León, Guanajuato. 1982), ha publicado: Pútrida voz (ICL, 2007); The City (ICL, 2010); Unheimlich (Fondo Editorial La Rana, 2011); 12 voltios. (ICL, Conaculta, INBA, 2013); El viaje a la maceta sepia (Fondo Editorial La Rana, 2016); La corbata y otros ensayos (Editorial Los Otros Libros, 2016); Vicios anotados (Marginalia Editores, 2019).

 

Pedro Mena Bermúdez

 

 

¿Cómo enfrentas la escritura del poema? ¿En qué punto consideras un texto próximo a su cierre?

No enfrento al poema, puede que de hacerlo no me vaya muy bien. Por ahora, me gusta más la imagen de la descarga. Descargo un costal de palabras cuando su peso ya dobla mis rodillas, cuando cruje mi espina dorsal, cuando la tensión en mis hombros irradia neurosis. Pero también escribo para la contrario, es decir, para cargarme de emociones que me permitan respirar sin tanto esfuerzo. Ambos procedimientos implican un caos originario; luego el propósito será no quitarle fiereza a ese magma, no empeñarse en tales o cuales significados, estos últimos, verdaderos venenos de todo aparato lingüístico que pase por poema.
Hay una patraña que hoy está de moda, esa que reza así: el poema pide “ya no me metas mano, por favor”. Será que ya no me drogo, y al escribir no escucho cómo chilla el poema esa suplica. Cierro el poema cuando la inspiración fenece. Así es, prefiero ser cursi en este punto. Hoy muchos deploran la inspiración, razón de más para volver a ella. Consideran que ésta es la madre de todas las mamadas que pasan por poemas, pero lo cierto es que hoy cualquier prosa chimuela ya es un poema. El que se distancia, en apariencia, de la cursilería por medio de malditismos de terciopelo o de canallería chic sólo se agazapa en los invisibles brazos de lo cursi.
Pero dejo los rodeos y codazos, el poema se cierra cuando se abre una herida en quien lo lee. 

¿Qué importancia juega la revisión/corrección en él? ¿Existe una lectura por parte de terceros?, y si la hay, ¿cómo dialogas con las sugerencias u observaciones recibidas?

Hoy está mal visto no corregir lo escrito. Corrijo poco, pese al riesgo de sólo estar acentuando o midiendo un gran bodrio. Quien escribe y se empeña en corregir busca y encuentra en su expresión una escritura correcta, higiénica y, por tanto, libre de malos entendidos. Todo sea por revestir de un halo literario esa mierda versificada, ese futuro enigma que entretendrá a los académicos de gabinete en una facultad de letras. Opto por revisar sin caer en el mecanismo de la obsesión. Creo que desde esa perspectiva se gana en conciencia lingüística, la cual, casi siempre es implacable. Para qué me concentro en la corrección de algo que vale un rábano, mejor escribo otro poema; esa ha sido mi consigna últimamente.
Los terceros en el proceso creativo son inevitables en la medida en que uno anda pidiendo o rogando permiso, renombre o legitimación. La presencia de los terceros en la revisión de los poemas es inevitable, más de alguno, con su impertinencia, nos hace caer en cuenta a través de sugerencias u observaciones, pero no de consejos, que hemos fabricado humo. Creo que el poeta es ajeno y repelente a todo consejo. La horda de poetas que busca ansiosamente consejos tiene un lugar, una base de operaciones que llamamos por comodidad taller literario. Ahí estos poetas ansiosos revisten de santidad o satanidad al sacerdote de las palabras que fragua sus imperativos, que dice quién escribe bien o mal ¿Cuáles son los resultados de todo este melodrama? La publicación e impresión de libros, el reconocimiento y complicidad dolosa, la constante recomendación de joyitas, baratas por supuesto, pero joyitas después de todo.

¿Consideras que el poema ve afectada su naturaleza cuando alguien sugiere modificaciones y el autor acepta estos cambios? ¿Pierde autoría?, ¿se colectiviza el poema? ¿O este proceso resulta, más bien, parte de una operación complementaria que no interviene significativamente el texto?

Creo que un poema muy manoseado es producto de una tendencia que diviniza la opinión y desdeña la experiencia. La intromisión de un tercero en el poema vale cuando se comparten experiencias lingüísticas, cuando éste se desprende de su ropaje de boba figura de autoridad que dicta cómo y dónde van las palabras. Las condiciones para un diálogo, entre el poeta y un tercero habrán de ser horizontales
Pero ¿y el autor, la autoría? El autor no existe, existen los poetas que caben en un poeta llamado tal. El poeta, siendo el alambique de muchos locos que también presumen ser poetas, escribe poemas colectivos dado que atiende a todas esas voces.
Entren a la cabeza de un poeta y verán que ahí hasta los perros ladran en verso.

¿Qué es lo que el autor no ve en su propio poema?

La grandeza de ser un don nadie.

Por último, a nivel nacional, ¿existen dinámicas de lectura crítica —previa publicación— entre el sello editorial y el/la poeta?

Las hay. Negarlo supone un gesto de supremacía moral que divierte pero que nada construye. Yo he publicado en editoriales institucionales y en las llamadas independientes. En las primeras se cumple con que tus poemas estén impresos en papel. En este caso la tarea de uno es solicitar esas lecturas críticas, no la mera prensa y el marketing. En el segundo caso, el diálogo suele ser una experiencia reveladora, grata y amarga a la par. Aquí el editor no sólo es un empleado que busca cumplir con la meta propuesta de su administración o puesto. Cuando he trabajado con editoriales independientes me he llevado la sorpresa de que ofrecen no sólo una lectura (la del editor responsable), sino la de críticos, especialistas y colegas que hasta ese momento me eran desconocidos.      

 

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