Rafael Cuevas | Chile

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Biografía

Rafael Cuevas Bravo (1994, Viña del Mar). Participó en la revista digital Concreto Azul. Publicó Curauma (Editorial Aparte, 2019) y antologó, junto a Gaspar Peñaloza, Maraña: panorama de poesía joven (Editorial Alquimia, 2019). Este año publicará una traducción de News from Nowhere, de William Morris, por Editorial Anagénesis. 

 

Rafael Cuevas

 

 

¿Cómo enfrentas la escritura del poema? ¿En qué punto consideras un texto próximo a su cierre?

Con ganas de pasarla bien. Casi siempre parto con un verso que me surge en la cabeza, sin contexto ni sentido, o bien una melodía que de manera inconsciente busco llenar con palabras. Lo que dispara ese ritmo puede ser cualquier cosa. Escribo a tirones y busco que exista roce entre materiales disímiles: situaciones, sueños, frases, animales, experiencias propias o ajenas. Pasa lo mismo que con una buena conversación: un tema deriva en otros. Y, aunque en la sorpresa está el gusto, esa sarta sigue una lógica necesaria, un juego del que uno siempre está a punto de quedar afuera; de ahí nacen las ganas de participar y la inquietud frente a cómo hacerlo, porque hay seriedad en las palabras que bailan frente a ti. Una palabrita arrima a la otra: la gravedad que se sopesa inicialmente nunca es la que termina siendo. Intento estar aguja al desengaño alegre que se teje, sin ser majadero y sin retener el poema donde a mí me gustaría que estuviese. 

Un poema está terminado cuando mi intervención desde operaciones racionales ya no me parece desinteresada. Ahí me hallo patudo, pero no es tanto una pulsión de humildad como de hedonismo. Quiero mantener el poema como una tendencia de movilidad porque me gusta la ternura, la ondulación y la gratuidad de las cosas, en su inmadurez y tránsito por el tiempo. Como decía la Mistral, todo es ronda. Si lo logro, llego a un momento de experiencia, mi propia experiencia y todo lo que esta tiene de compartida, en que pareciera que el poema puede mirarte a los ojos, un animalito tan cruel como curioso, que hace espacio entre las palabras del mundo y que te despoja un poco. Creo que ahí radica su potencial investigativo. De todas formas, es algo que no he logrado, y escribo esto para hacerme barra y para yo mismo entenderme.

¿Qué importancia juega la revisión/corrección en él? ¿Existe una lectura por parte de terceros?, y si la hay, ¿cómo dialogas con las sugerencias u observaciones recibidas?

Una importancia grande y terrible. Soy de mente floja y pienso poco si no escribo, por eso el momento de corrección suele ser un momento de descubrimiento: me entero de cosas, me informo. Es una conversación entre el placer de las palabras en juego y el intento por descubrir sus reglas y seguir la onda. Leo en voz alta una y otra vez, me grabo y me escucho con obsesión y gusto. Por eso no leo ni escribo ni reviso con música. Toca ser paciente, ser objetivo, ser amoroso, jugar en serio. Puedes volver a sintonizar de manera desinteresada, sumar palabras al poema, agrandar el círculo, o bien puedes quitar, afinar la relación entre las palabras, sacarte de en medio, ir ligerito. Pero al operar desde lo racional tiendes a cagarla, porque te sale lo coercitivo, porque paqueas, porque quieres que el poema te sirva de megáfono. Y, sin embargo, mucho depende de la modulación de ese trabajo consciente. He publicado un solo libro, Curauma (Editorial Aparte, 2019), y hasta hace poco, por diversos motivos, seguía tonteando con los poemas. 

La lectura por parte de terceros ha estado muy presente en ese proceso de corrección. Por ejemplo, los poemas de Curauma los venía escribiendo hacía años, y pasaron por un taller en la universidad, por un taller en Santiago, por talleres en Rosario, por talleres en Valparaíso, por conversaciones en Bolivia (gracias a ustedes, fíjense), por intercambios de correos, por amistades y afectos importantes. A pesar del pudor, recibo las críticas con sincera curiosidad y agradecimiento, incluso (y quizás especialmente) si me obligan a sacudirme el orgullo, tan taimado que tengo. Igual no digo que siempre vaya a ser así, ni que sea necesariamente bueno.

¿Consideras que el poema ve afectada su naturaleza cuando alguien sugiere modificaciones y el autor acepta estos cambios? ¿Pierde autoría?, ¿se colectiviza el poema? ¿O este proceso resulta, más bien, parte de una operación complementaria que no interviene significativamente el texto?

No creo que el poema tenga una naturaleza: si alguien no te corrige en voz alta te corregirá mientras te lee; para mí es un bicho verbal que cobra vida al ser leído. Por eso un poema es colectivo. Porque las palabras son un torrente fósil que está en una relación incesante con las condiciones materiales de la vida diaria. Porque ese poema, como tal, entra en una red de ideologías, situaciones, conflictos y posturas que es inevitable. Pienso en El queso y los gusanos, de Ginzburg. Un texto se escribe y se lee desde biografías, desde vidas que se escriben y se articulan, en constante interacción y flujo, arañitas en una telaraña enorme que tiene muchas formas de ser transitada.

Pienso que se escribe desde una autonomía necesaria, pero que solo es posible porque esos dos mundos que la palabra contiene, su pasado y su presente cotidiano, están en constante comunicación. Es como la relación entre un océano tropical, seres marinos, la piedra caliza, y una catedral. Somos conchitas que aportarán a la piedra futura y somos también les arquitectes anónimes. Decía Jack Spicer que los poemas, como las personas, no pueden vivir por sí mismos; son autónomos, pero tienden a la reunión y hallan sentido entre sus pares. Creo que uno al escribir se encuentra en una situación parecida. Escribes, pero ¿cómo escribes? ¿cómo vives, circulas y haces circular? Es una pregunta que me pena, y cuya respuesta, para mí, no pasa por reivindicar vidas extraordinarias, una manera específica de vivir o una ética almidonada, sino por hallar tu fiesta verdadera.

¿Qué es lo que el autor no ve en su propio poema?

No sé si un autor vea. Un autor ordena, organiza homenajes proselitistas, fomenta la unanimidad. El peligro está en que se puede leer un poema (o cualquier cosa) desde una posición autoral, sin ser el autor, y se puede pensar que es la única forma de leer. En el mejor de los casos, un autor preanuncia los caprichos lábiles que componen una biografía, que siempre es mucho más divertida, tanto para la escritura como para la lectura. Pero el poema no lo ve.

Por último, a nivel nacional, ¿existen dinámicas de lectura crítica —previa publicación— entre el sello editorial y el/la poeta?

En este momento solo puedo hablar de mi experiencia con Editorial Aparte, pero asumo que el espectro es diverso. Y sé que dentro de la editorial misma hay muchas dinámicas. En mi caso, la lectura crítica pasó por un intercambio de correos, con Rolando Martínez primero y con Lucas Costa después. Fue un momento ceñido tras un largo recorrido del libro, y sin desmerecer el inmenso apañe, no puedo decir que haya sido una lectura decisiva. Las observaciones eran específicas, en torno a corte de versos, a palabras. No se pensaron necesarias observaciones respecto a montaje y concepto. Estuve de acuerdo con todas las modificaciones propuestas. Ya después, en Valparaíso, Lucas me dijo que le gustó el libro pero que pensaba que había mentido al ponerle Curauma, que el libro era otra cosa, que no era el territorio lo que aglutinaba. A ratos pienso que tiene razón. Le puse así por nervio. De repente fantaseo con escribir por encargo, porque siento que me ahorraría trámites conmigo mismo, y que puedo expresarme plena y rigurosamente desde el interés ajeno. 

 

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