Giovanni Bello | Bolivia

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Biografía

Giovanni Bello, Autoeditó varios fanzines y plaquettes de gráfica y poesía y ha publicado el libro de poemas Los castillos verdes, una pequeña selección de ensayos llamada Mixtape y la investigación histórica La orquesta jazz: entre vanguardia y cosmopolitismo cholo (La Paz, 1925-1950). Actualmente su libro de ensayos Canciones, ganador de Letras de Nuevo Tiempo 2019 de la FCBCB, se encuentra en prensa. Es doctorante en Historia en la Stony Brook University, en el Estado de Nueva York.

 

 

Giovani Bello

 

-¿Cómo enfrentas la escritura del poema? ¿En qué punto consideras un texto próximo a su cierre?

Creo que se da de distintas formas según el momento y el tipo de textos que se quiere escribir. En mi caso tiendo a visualizar, si vale el término, el tipo del conjunto de poemas que quiero escribir. Eso incluye también una determinada zona temática o un campo semántico especifico. Muchas veces me ha pasado que mi proceso de escritura ha sido detonado por alguna lectura que me ha dejado con ganas de escribir. En otros casos me ha pasado que ciertas ideas se han ido desarrollando a lo largo del tiempo y en algún momento concreto he decidido comenzar a escribir. Hay autores a los que la idea de la obra de arte como “proyecto” no les gusta porque la consideran poco orgánica. Algo así como los proyectos que uno presenta a alguna institución para ganar una beca. Pero yo reivindico la obra como “proyecto” porque me parece que actualmente el aura que tenía la literatura y el arte en general se está perdiendo al punto de que el arte ya no puede ser pensado fuera del mercado, una institución moderna por antonomasia. Por ejemplo me parece que a estas alturas pretender que la poesía es un residuo del arte fuera del mercado es francamente conservador.

Bueno, y respondiendo a la segunda pregunta, también descreo de ese romanticismo con el que se consideraba el acto de escritura. Creo que a la pregunta de en qué momento se considera el cierre de un texto hay dos respuestas. Por un lado, en lo factual, el momento en el que decido acabar un poema se debe fundamentalmente al ritmo. Cuando siento que el poema deja de tener la tensión necesaria doy por sentado que el poema ha terminado. Pero una segunda respuesta tendría que ver con el fin del “proyecto” de escritura. Me parece que en ese caso la cosa es más fría, menos romántica, y queda más o menos establecida al inicio del proyecto. Es decir, ya desde el inicio establezco más o menos qué tipo de colección de poemas va a ser, cómo quiero que se vea el libro al final de todo…

-¿Qué importancia juega la revisión/corrección en él? ¿Existe una lectura por parte de terceros?, y si la hay, ¿cómo dialogas con las sugerencias u observaciones recibidas?

La verdad es que no he trabajado mis poemas con muchos editores hasta ahora, pero me parece una opción totalmente valida. Aunque, bueno, hay editores y editores. Por ejemplo la relación de escritura que tenían Pound y Eliot era muy profunda, al punto de que se podría decir que algunos de los textos de La tierra baldía tienen casi una doble autoría. Y luego está el editor que te ayuda dándote una visión externa, se supone que más especializada (aunque no siempre es el caso), que te permita afinar el texto. Por ejemplo, ahí veo claramente una relación de mercado en la que de lo que se trata es de hacer el texto más atractivo para el lector. Ahora, claro, el mercado de la literatura en ese sentido es muy particular, entre otras cosas, porque no hay un criterio definitivo para determinar la calidad de una obra. Es decir, sí hay un criterio básico de qué es bueno y qué no y ahí radica la profesionalidad del editor, en tener ese criterio. Pero luego, ya en el campo de lo que es bueno hay una gama infinita de posibilidades que al final están determinadas por criterios plenamente personales. Y ahí me parece que el trabajo de edición de poesía se pone más complicado y más interesante también.

-¿Consideras que el poema ve afectada su naturaleza cuando alguien sugiere modificaciones y el autor acepta estos cambios? ¿Pierde autoría?, ¿se colectiviza el poema? ¿O este proceso resulta, más bien, parte de una operación complementaria que no interviene significativamente el texto?

Perdón si me voy un poco por la tangente, pero el tema de lo colectivo del poema me parece fundamental para responder estas preguntas. Me parece que el poeta como figura histórica ha sido desde sus inicios el guardián del idioma, y el idioma es una de las instancias más colectivas que hay. Obviamente esa figura histórica ha ido cambiando y probablemente el poeta ya no sea más ese guardián, sin embargo la poesía sigue estando tan ligada al idioma y también a la nación (otra instancia muy colectiva) que de alguna manera todavía se puede decir que es una de las artes más colectivas que existen, solo comparable, tal vez, a la música o la arquitectura. Ahora, esa famosa frase de Lautréamont de que la poesía será hecha por todos me parece que apuntaba a una nueva colectividad, mucho más universal y que se entiende claramente en el contexto del surgimiento del mercado capitalista moderno, de la segunda revolución industrial, del imperialismo, la ciencia, etc. El hecho es que esa colectividad universal moderna es contradictoria porque al mismo tiempo ha agudizado la fantasía de lo individual hasta extremos impensables.

Entonces, yendo un poco a la pregunta de si la edición no interviene significativamente el texto, me parece que sí interviene el texto, pero tal vez de una forma no tan obvia. Me parece que no solo la edición sino el circuito de la publicación, circulación, análisis, etc., de los libros de poesía es totalmente integral al texto. Lo que pasa es que tal vez es difícil identificar su intervención porque ese circuito oscila constantemente en esa contradicción moderna en que por un lado se promueve la obra de un autor individual, que tiene su propio universo al que se supone que accedemos a través de los poemas, y por el otro lado está toda la cadena material y simbólica que permite la existencia de la poesía y que está conformada por muchísimas colectividades distintas, llámense idiomáticas, nacionales, o de mercado.

-¿Qué es lo que el autor no ve en su propio poema?

Me parece que esa es una pregunta un poco esotérica. Aunque tal vez sea un poco anticuado a estas alturas, yo creo todavía en lo que Foucault llamaba “función autor”. Es decir, no creo que se pueda establecer tan claramente dónde empieza y termina el autor, así que es mejor pensarlo como una función textual. En ese caso diría que el autor solo ve lo que puede ver.

Ahora, si tuviera que pensar en algo más factual y concreto puedo decir que me ha pasado, como seguramente a todos los que escriben poesía, que con el tiempo he ido identificando cosas en mis poemas que no había pensado cuando los escribía. Pero eso es completamente aleatorio, como cualquier ejercicio de lectura. Es decir, el que yo descubra algo en mis poemas que no había viso antes no quiere decir que eso haya prexistido o que sea real. Y también añadiría que la poesía que más me interesa ahora es la de los retazos. No voy a mentir, todavía practico el culto por los y las grandes autores/as individuales, pero últimamente me interesan mucho los poemas malos o de autores desconocidos que tienen apenas un verso bueno o alguna buena idea o que han sido publicados de forma interesante o anecdótica. Y, por otro lado, en el caso de mi poesía, no me dedico a pensarla tanto en términos de poemas, sino en términos de proyecto, es decir, de conjuntos de poemas o en términos del objeto impreso como tal.

-Por último, a nivel nacional, ¿existen dinámicas de lectura crítica —previa publicación— entre el sello editorial y el/la poeta?

Esa es una pregunta interesante porque por ejemplo cuando me refiero al campo de la escritura poética como mercado literario, en Bolivia puede sonar contradictorio, dado que la poesía es el género literario menos rentable de todos. Pero pienso que a pesar de que el consumo de poesía en Bolivia es casi inexistente, su lógica de producción sí funciona en términos de mercado. En ese sentido pienso que sí se ha establecido, aunque muy vagamente, una relación editorial de mercado entre ciertas editoriales y los escritores, es decir, una relación donde se supone que hay un trabajo de edición y curaduría serios. Supongo que los casos más claros son el de Plural, la editorial más grande del país, que edita a los ganadores del premio de poesía Yolanda Bedregal o el de 3600 que ha publicado muchas obras que fueron presentadas como trabajos de escritura creativa en la Carrera de Literatura de la UMSA. Sin embargo, personalmente creo que ambos casos, si bien son los más institucionales y “serios”, carecen de la espontaneidad que caracteriza al campo poético nacional, particularmente el de los escritores jóvenes. En otras palabras, pareciera que el hecho de que ambas editoriales publiquen poesía le da a la poesía nacional cierto “profesionalismo”, sin embargo me parece que lo más interesante de la producción poética nacional ocurre casi siempre fuera de esos circuitos.

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