«Animal por fuera» sobre «Perra láctea» de Andrés Cisnegro por Víctor Hugo Díaz

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Animal por fuera
Perra láctea

Andrés Cisnegro
Ediciones Cinosargo –México– 2020

por Víctor Hugo Díaz

I

Dorian fue el nombre que recibió
—como una moneda cae al pozo,
para no pedir nada

La perra láctea no necesita irse de caza, le basta mirar los pezones que brillan en el techo de la noche y acatar sus posibilidades. Tal vez esto sea la poesía en su escritura, una invitación hacia algo, una migración a seguir, que significa e importa en tanto su deambular y los signos que carga; ése es el gesto, éste el objeto.

Perra láctea, la más reciente publicación del poeta y editor mexicano Andrés Cisnegro (Ciudad de México, 1979) viene a levantar la cabeza y abrir sus extremidades en nuestro hemisferio Sur, dando continuidad a la labor de integración poética continental realizada por Ediciones Cinosargo.

Desde el primer encuentro con el libro es posible anticipar que el lector, al adentrarse y ser pasajero de este viaje, sospechará de inmediato que, si la ruta estuviera ya programada, el animal urbano-plural aquí presente, sería solo un personaje y la narrativa sobre la que aparenta fluir lo escrito, apenas otro lugar común rígido y univoco. Descubriendo rápidamente que, por el contrario, estos recursos evaden tal cargo y responsabilidad, constituyendo más bien una señalética, una moneda constante durante la travesía; la mirada que patiperrea por las calles del siglo XXI. Avenidas sobre pobladas (pero vacías) donde el vagabundo intenta mapear, levantando la pata y dejando su aroma, como una estela de precaria belleza.

La presencia icónica del perro (desencadenado a sus nombres recibidos) funciona en “Modo simbólico”, a manera de Transferencia, como un vehículo de varias personalidades que sirve de transporte público, el más barato al alcance para cruzar el país y el año; formando parte de la insignificancia ciudadana: más pequeño que una pulga /—casi invisible el oscuro— Un vehículo vivo donde todo lo que se mueve tiene cabida:

la pelambre de todos los canes, los cuchillos,
los fusiles, los huesos
los recién nacidos
todos los dientes que caben
en un estadio igual que una boca,

II

                 Es ridículo el deseo
                         de guardar a las bestias
en casitas
—en una palabra, retenerlas—
para que nunca se vayan.

Gradualmente la despertenencia se instala como única guarida y cubil. Ahí donde se oye el llamado en clave: ladridos, mordidas y fases lunares; desde un lugar otro, un “Aquí no” —¿o cómo se le dice a los perros?, ¿algo?—. Una posición en donde se adiestra a que es necesario dejar huellas, señalar por donde se vivió y conocer dónde éstas quedaron. Pero no esas marcas caninas sobre el pavimento fresco de la peatonal, previo a su inauguración, sino:¿Quién eres, perro, sin el trébol que palpita /en cada una de tus patas?… //Porque no quieren que la despiertes. /Porque tienen miedo de que se acabe el sueño. Dejando claro que al otro lado del extrañamiento, siempre hay una voz sin cara ni edad, que no desiste en recordarnos algo:

No hagas eso, perro.
Porque entonces no te volveríamos a ver.

Durante todo el transcurrir de este potente y rotundo libro, se tensa un hilo colectivo siempre a punto de “estallar”, una fuerza en conexión casi al corte, un hablante social que se mira en su conjunto y contexto gruñendo, gruñendo ante un viejo espejo trisado al que también le robaron la memoria, para venderla:

Y Cleopatra, si es tan grande,
         [ ¿por qué no sólo despierta?
Porque Cleopatra no es su nombre,
ese nombre es sólo la correa con la que intentaron
sujetarla los canes, para reconocer cuando se moviera.

Este es un gruñido histórico y adeudado, el gruñido que logra huir del bolsillo, solo para presenciar cómo está Cada uno vigilando el bistec, porque a /los perros, /basta que el amo les lance /un fémur del árbol… //sólo para llevarlo de vuelta a la boca… Es el sonido ácido que emite una perra-loba mestiza latinoamericana al habitar, al desplazarse por el territorio interno; animal afuera en su escenario móvil.

ardiendo en el corazón de una perra mexica
lista para arrancarle la cabeza al títere,
al titiritero y a cualquiera que intente
otra vez amarrarla.

Creo también que al movimiento táctil, al desplazamiento de cámara, a este “caso” de plano secuencia que se instala en el hablante óptico de Perra láctea; le acompaña una aguda e inamovible espina clavada en la pata: la pertinaz y estimulante duda. Tanto frente al siguiente paso a dar en el texto, como ante la posibilidad misma de que un poema logre asir su intensión y sentido o que éste, esta experiencia incierta por materializar, llegue alguna vez a una Estación Terminal.

Dime
   si basta este poema
                     para que Dorian
        sea      inmortal.

Esto identifica a mi modo de leer, el escribir poesía; enfrentar cada próxima imagen o voz, como una fisura y una posibilidad de llegar, durante un recorrido, hasta donde lo “hablado” no alcanza. Trabajando con la materialidad, pero nunca lejos del olfato, el valor y el rastro… la intuición y la aventura.

 

Santiago, Chile, noviembre de 2020.

Poemas de Perra láctea

 

 

DIÁLOGO SEGUNDO CON HERMANA GRANDE

 

¿Y qué pasa cuando despierta?

Lo que puede pasar es que mueva las piezas del ajedrez;

y si es muy mala la partida, comenzar una nueva.

Y si el tablero ya no es suficiente para las piezas,

crear uno mejor y cambiar de juego.

¿Dónde estamos cuando ella despierta?

Ocultos en sus palabras.

Por eso mi madre mató a otra perra,

por eso mi abuela duerme con los ojos abiertos,

para que Cleopatra no la muerda,

por eso mi padre la busca en la caza.

La perra láctea no necesita irse de caza,

porque ella es la perra de infinitos labios,

de infinitos pezones, de infinitos párpados.

Ella es en donde todas las aves, todas las bestias,

todos los astros y todos los seres se mezclan

en la espesa leche que forma a todas las cosas.

 

 

PERRA BLANCA, PERRA NEGRA

 

Caminan juntas, paralelas

una en contra de la otra, en la misma raya

que divide la luz, de la sombra.

Sin tocarse nunca, sobre una esquirla de agua,

en los ojos de una: siempre es de día

en los ojos de la otra: siempre de noche.

Y caminan juntas, paralelas, nunca se detienen.

Una al lado de la otra, sin voltearse a ver jamás,

sin saber siquiera que la otra existe.

Sin detenerse nunca, sobre una elipse de tierra

buscándose la una a la otra, una de barro

la otra de musgo. Una de aire, la otra de fuego,

caminan juntas, sin alejarse, sin juntarse un poco.

Y en los ojos de una siempre es de día.

Y en los ojos de la otra, siempre de noche.

 

 

LEVANTO EL CUERPO DE UN PERRO LLAMADO 68

 

Antes de que vuelvan

a triturarlo con las firestone

de una tanqueta disfrazada

de peace and love.

Levanto el pellejo de ese perro

hambriento —de lo que ellos nombran venganza

y para nosotros es simple justicia

Qué fantasma llenará esos huesos.

Qué voluntad reunirá ese esqueleto regado en la calle,

sin hacerlo bandera, sin usarlo de piel.

 

¿Cómo arrancarle hijos a un muerto?

 

Sólo los millones de perros mancos de su furia.

Sólo las indecibles perras con sus soles pueden

apagar la antigua lumbre del asesino tras de la vela.

Sólo ellos pueden soplar una canción como un maremoto

sobre las ciudades repletas de ojos ciegos.

Su peor enemigo no son los cynos dorados

ni los mansos perros del alba

sino los indiferentes cachorros que beben

[ en un casco leche tibia.

 

¿Taparle a Xólotl la cara con un dedo?

 

Primero levanten

ese perro del suelo. No lo recuerden,

revívanlo, ládrenlo. Háganlo rugir

[ en el hocico de mil soles

ardiendo en el corazón de una perra mexica

lista para arrancarle la cabeza al títere,

al titiritero
y a cualquiera que intente

otra vez amarrarla.

 

Somos hijas hijos de Huitzilopochtli.

Somos el aullido de la perra mayor.

Gran perra de las trasmutaciones,

he aquí nuestra cántiga.

 

 

SANTUARIO EN EL FIN DE LA TIERRA

 

De qué modo te ha tocado vivir,

espeluznante trapejo,

rodeado siempre

de zapatazos o de cubetas con agua al vuelo.

Siempre tras de ti un camino

de puertas cerrándose

para que las niñas inquietas

en las casas, no te miren.

 

Aunque los charcos del sueño

[ estén abiertos a tu lengua.

 

Cercado

en la calle por el peso absoluto

de la indiferencia.

Por el vacío de la luz cuando su calor trae consigo la sed.

Ceñido al impulso de olisquear un ramo de zetas

en medio de un charco de lodo

un fémur de azúcar en medio de la niebla de los cementerios,

tratando de alcanzar entre la multitud oscura del hambre,

un pan ajeno, un pan ajeno.

 

Invencible tú, que no tienes nombre

y encontraste el camino para morir

en los brazos de un desconocido que te recibe,

que te acuna.

Dichoso tú, que nada te pertenece

Y que has llegado al final de la tierra

para volver al principio

de lo que tú o yo

sólo percibimos como desconocido.

Tú que vienes a morir en mis brazos,

igual que mueren lo perros con rabia,

bienvenidos, siempre bienvenidos en el fin de la tierra

en donde caminan los que no temen morir

y no maldicen en vano, ni piden nada.

Vienes a entregar lo único que tienes

a ella que nunca podrás ver los ojos.

Entregas tus pezuñas a la tierra.

Tu hocico a la luna. Tus ojos, frutos de un árbol.

Las vísceras al vermicular trenzo del infinito.

Y todo lo que no se ve, pero permanece en un gruñido

en el aire último de tu corazón aullante,

te recibe para moldearte en una canción nocturna

de viento y lodo, de sangre y lluvia,

para guardarte en la misma grieta

en la oscura llaga, donde gira contigo, Finispherra

filtrándote en la negra roca

con sus colmillos largos.

 

Deja que te muerda la perra láctea, perro

permite que te mastique la vida perra.

 

 

Autor
Andrés Cisnegro, pseudónimo de Andrés Cisneros de la Cruz. Ciudad de México, 1979. Poeta, ensayista y editor. Impulsor del Debate Abierto de Crítica Poética, 2008-2012 (en colaboración con Casa del Lago) y del Torneo de Poesía (Adversario en el cuadrilátero), los Miércoles Itinerantes de Poesía y el Premio Latinoamericano de Poesía Transgresora. Colaborador del programa Luces de la ciudad (en la Hora Nacional) y Radio Etiopía. En 2017 realizó la Caravana Nacional de Poesía Colmillos de Musgo, que recorrió en noventa días tres localidades por cada uno de los treinta y dos estados de la República Mexicana, documentando movimientos independientes de poesía. Como periodista fue parte de la mesa de redacción de El Universal y El Independiente, y colaborador de la revista Bucareli 8 y Chilango, así como investigador de poesía especializada, para la Gran Fiesta Internacional Ajedrez, UNAM 2012. Le fue concedido en 2016 el reconocimiento Prometeo Sur (Premio al Fomento de la Cultura, la Ciencia y el Arte), así como el reconocimiento a la trayectoria literaria por parte de la Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de México y las Casas del Poeta A. C. en 2019. Segundo lugar en el Certamen Internacional Relámpago de Poesía Bernardo Ruiz, 2008; mención honorífica en el Concurso Nacional de Poesía El Laberinto, 2004, y en el Concurso Nacional de Poesía Jaime Sabines, 1999. Segundo lugar en Premio Nacional de Poesía Temática Tinta Nueva 2011. Han sido publicados más de quince títulos de su obra reunidos en Camisa de once varas (Blanco Móvil, 2020). Está incluido en más de sesenta antologías de poesía y ensayo a nivel nacional e internacional. También ha colaborado en suplementos y revistas de México, Argentina, Portugal, Venezuela, Nicaragua, Chile y España. Su poesía ha sido traducida al náhuatl, francés, tzotzil, inglés y portugués. Actualmente es operador del proyecto múltiple Cisnegro. Lectores de alto riesgo y editor online de la revista Blanco Móvil.

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