Milenka Torrico | Bolivia

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Biografía
Milenka Torrico Camacho (Cochabamba, 1987). Estudió Derecho, Literatura y Estudios Editoriales. Escribió Las doce horasMimamámeamaPink pelusa y Un beso de niños ciegos. Publicó Preview (2009 y 2016) y La piedra y la sal (2019).

 

Milenka Torrico

 

Con la intención de conocer cómo experimenta cada autor/a el cierre del poema, proponemos estas cinco preguntas tipo, mediante las cuales esperamos encontrar similitudes y particularidades entre las respuestas de cada uno/a de nuestros/as invitados/as. 

 

¿Cómo enfrentas la escritura del poema? ¿En qué punto consideras un texto próximo a su cierre?

Escribir supone predisposición y paciencia. Enfrentar no es —en mi caso—la acción precisa para esta tarea, porque el poema va apareciendo sonora o literalmente, así que se trata de estar en condiciones —ambientales, emotivas—de permitir que se desarrolle, de admitir esa “esquizofrenia”. El siguiente paso es recogerlo en el papel. Cuando esa “transcripción” se ajusta a la “aparición”, el texto podría cerrarse.


¿Qué importancia juega la revisión/corrección en él? ¿Existe una lectura por parte de terceros?, y si la hay, ¿cómo dialogas con las sugerencias u observaciones recibidas?

La revisión o corrección es proceso ineludible en la escritura. Aunque suele pensarse como una etapa posterior, yo la entiendo también simultánea: no hay posibilidad de pasar al siguiente verso siguiente si no se ha fijado el anterior. Ocurre también con las palabras: no puede integrarse la siguiente si la que le antecede no ha logrado disponerse con naturalidad —semántica y materialmente— en el orden que se está construyendo. Tengamos en mente un rompecabezas para entender este proceso. Luego, durante la revisión o corrección posterior, la perspectiva del conjunto dará lugar a reajustes puntuales. Sería una gran fortuna hallar a alguien que participara de esta tarea, pero su búsqueda merece ciertas consideraciones: dar con este lector/crítico es algo así como encontrar tu loatong, y yo no he tenido esa fortuna


¿Consideras que el poema ve afectada su naturaleza cuando alguien sugiere modificaciones y el autor acepta estos cambios? ¿Pierde autoría?, ¿se colectiviza el poema? ¿O este proceso resulta, más bien, parte de una operación complementaria que no interviene significativamente el texto?

Creo que el talento del “interventor” (comentador, editor, lector crítico) consiste en no afectar la naturaleza del poema. Para despejar el asunto de la autoría serviría tomar al texto como un territorio, quien ingrese no debe convertirse en un reescribidor. Su labor es quirúrgica: detecta y repara (o, más éticamente, señala la necesidad de reparación para que el autor la ejecute). Cuando el texto se proyecta como un producto editorial, la lectura crítica y las modificaciones consecuentes son parte de una operación indispensable e irrenunciable —incluso, sana— (sobre todo, para el editor). Solo así se fragua la obra.


¿Qué es lo que el autor no ve en su propio poema?

El autor suele estar ciego ante el poema. Lo que ve son las proyecciones a las pretende corresponder, esas imágenes que ha intentado modelar con el lenguaje. Difícilmente lograría un distancia suficiente para volver sobre el texto, libre y limpio de ese “lo que quiero decir” que moviliza la creación. Es —diríamos— un lector contaminado, porque el poema es una experiencia. En el peor de los casos, puede tratarse de una miopía emotiva, aquella semejante al amor incondicional que se le atribuye a la madre.


Por último, a nivel nacional, ¿existen dinámicas de lectura crítica —previa publicación— entre el sello editorial y el/la poeta?

Me animaría a decir que no, al menos no en la publicación de poesía. Por supuesto, me encantaría estar equivocada. Probablemente, el tratamiento que se le da al texto con miras a la publicación se centre únicamente en la corrección. Es, quizás, una deferencia con el autor, guiada por la idea de que la poesía es tan “íntima” que un ejercicio crítico sobre el texto es casi decirle al autor lo que debe o no debe “sentir”. Pero la edición de poesía es particularmente ardua, se teme que un ligero cambio afecte seriamente la naturaleza del poema (regresemos a la idea del rompecabezas): ninguna palabra —se cree—está puesta al azar. Por eso es tan importante que el editor sea un lector sagaz, capaz de acceder a las lógicas creativas y al orden sensible del autor, y que además sea compatible con estos.

 

 

 

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