Iván Vázquez, ensayista y poeta poblano, docente de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP). Cursa actualmente el Doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Ha publicado parte de su trabajo autoral en diarios y revistas como La Otra, Círculo de Poesía, Crítica, Buenos Aires Poetry. Actualmente realiza una indagación acerca de los aportes estilísticos que ha dejado para el canon de la lírica mexicana la obra poética de Octavio Paz.
- «De cinco a siete. Antología de poetas poblanos». México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2010.
- “Octavio Paz, un poeta celta”. En Metodología y Poéticas. Narrativa y Poesía. Buenos Aires: Leviatán, 2017.
- Trabajo inédito (poesía). En Agora, Suplemento Cultural de Diario de Colima. marzo-abril 2018 y Abril 2019.
- «Mexpoet. Muestra de poesía mexicana contemporánea» (Ed. Víctor Coral). Perú: Ediciones Altazor, 2019.
- “Comunión y otros poemas”. En Buenos Aires Poetry, Argentina, septiembre 2019. ISSN: 1853-5887. Indexado a Latindex (folio 23498).
- Christian Peña (México)
- Dovilė Kuzminskaitė (Lituania)
- Ben Clark (España)
- Jericho Brown (Estados Unidos)
- Sara Uribe (México)
Iván Vázquez
[Cábala]
Piensan los cabalistas
que la esencia infinita
del nombre de Dios
deambula
por los espacios en
blanco
de nuestra escritura.
Si el adagio es una verdad irrefutable
abro con impaciencia
este verso
lo parto
para que entre
de lleno
la implacable potencia
de esas letras
pero a fuerza de empuñar
la palabra
caen pedazos de mí
sobre el papel
y por fin comprendo
lo que los cabalistas
dicen del
entusiasmo
que no es más que traer
un Dios
dentro de
sí.
Y
se cierra
el poema.
[Rompeolas]
A Grace Licea
Tu cuerpo es una ola
rompiéndose
desesperadamente
sobre este duro
acantilado que soy
Dios es el sonido del impacto.
[Mi lengua]
Marina, la que yo siempre conmigo he traído.
Hernán Cortés
¿Quién eres?
Amilamia, Helena, Laura, Marina.
Qué importa tu nombre
cuando todas las palabras
invariablemente
nacieron de tu boca.
Bat emergente
Seguimos vivos repetía en su mente el manager.
Mónica Olivares
Déjala ir.
Que vuele.
Es una paloma,
un fly.
No tengas miedo,
no es a lo Dylan Thomas
la pelota que arrojé
cuando jugaba en el parque
aún no ha tocado el suelo.
Déjala ir.
Que se impacte a su destino.
Ten por seguro
que ese bat emergente
gastará su pólvora
intentando siquiera tocar
las costuras de su piel.
Despreocúpate.
Ve cómo abanica
y zumba el aire
Ese bat no le quita el sueño a nadie,
sus estadísticas en verdad
son muy bajas.
Detente.
Observa todo.
El diamante,
la casa llena,
la respiración del pasto,
la angustia de los corredores por llegar a home:
no saben que huyen siempre
hacia ninguna parte
y sin casco.
Déjala ir.
Que el silencio se suspenda
en el leve vuelo de su falda.
Aquí
desde lomita
sabes a la perfección
que esto termina
cuando la pelota, el bat y hasta el dugout
tiemblan al ver que el pitcher
toma las cosas en serio:
escupe, lanza
y suelta.
Todo se resume en esa última línea
y en saber quién tiene
las riendas del juego
en sus manos.
Como todo en la vida.
[Comunión]
A los que son solo un esqueleto
de niebla y ceniza
A los que tiran su mirada
a ras del suelo
A los que andan en plena lluvia
con el recuerdo a su costado
y sin paraguas
A los que sorben poco a poco la madrugada
con los ojos
A los que se les cierra la puerta con la llave dentro
y la basura en las manos
A los que cargan con un hueco en el pecho
y lo cubren con barrotes y vergüenza
A los que hacen el nudo de su corbata
y resisten la tentación
A los de sonrisas fracturadas
A los que caminan lento
porque han perdido su destino
A los fulminados por el relámpago de la verdad
en medio de la noche
A los que la justicia les llegará
después de la muerte
A los que se les parte la lengua cantando
a su amor desaparecido
A los que les dieron a probar la cicuta del desprecio
y el sabor todavía es amargo
A los que su vida es solo naufragio
A los que las manos se les vuelven sombras
extrañando una misma sombra
A los que caminan con piedras dentro del zapato
y siguen a pie entre vidrios rotos
A los que su soledad es un filamento
que dora infinitamente
la araña del desprecio
A los que tienen mapas marcados por toda la piel
pero nadie los explora
A los que buscan redención macerando su sangre
entre una espesa costra de coraje
A los marcados por la uña de la muerte
A los que les llega el agua al cuello
y jamás aprendieron a nadar
A los intrépidos que se quedaron a un paso
de dar el gran paso hacia el abismo
A los que el punzón de la pérdida
los ha dejado sin aliento
A los que un río se les hace poco
comparado al torrente que llevan dentro
A los que se les trituran los planes
y necios vuelven a unir su polvo
A los de hombros derrotados
A los que no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos
A los que no pueden decir lo que aman
y esconden el deseo tras el tacto
A los que despiertan con la flor azul entre las manos
pero con los pétalos marchitos
A los golpeados por el odio de Dios
A los que les vence el sueño
con la plegaria entre los dientes
y el sexo entre las manos
A los desesperados que buscan su cuerpo
en lo caliente de una fosa clandestina
A los que se les esfumó su luz
con el nubarrón de una despedida
A los que la ponzoña de la enfermedad
los ha vuelto desahuciados
A los desposeídos de la eternidad
porque jamás germinará su estirpe
A los que marchan detrás del ataúd
y saben que no serán ya los mismos
A los que han leído estos 70 versos
y aún no hallan bálsamo que los consuele
A los dueños del insomnio
A los hijos del silencio
A ellos,
solo a ellos,
esta combustión de palabras,
este valle de lágrimas, penas, versos.
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