Gabriela Vargas Aguirre

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Gabriela Vargas Aguirre (Guayaquil, 1984). Mención en el V Premio Nacional de Poesía Joven Ileana Espinel Cedeño. Ganadora de los Fondos Concursables del Ministerio de Cultura y Patrimonio 2016 – 2017 con los que publica su primer poemario “La Ruta de la Ceniza” con la editorial ecuatoriano – argentina “La Caída”. Participaciones: Feria Internacional de Quito en los años 2012, 2015 y 2017, Festival Desembarco Poético (Guayaquil 2013, 2014, 2015), VI Festival de Poesía de Lima, Festival Latinoamericano de Poesía Tea Party en Chile, Festival Otra Orilla (Guayaquil; 2015 y 2017), Feria del Libro Independiente de la Universidad San Francisco de Quito (2017) y el festival Kanibal Urbano (Quito; 2018). Participó de las X Jornadas de Poesía de la ciudad de Bogotá (2018).


-Memorias del Festival Internacional Desembarco Poético (Rastro de la Iguana; 2012, 2013, 2014)
-Bandada: Actualidad de la Poesía Ecuatoriana (Campaña de Lectura Eugenio Espejo; 2014)
-Mujeres que Hablan (Dirección de Cultura de Pichincha; 2015)
-Antología del Tea Party, Muestra Dinámica de Poesía Latinoamericana (Cinosargo; Chile 2016)
-País imaginario. Escrituras y transtextos. Poesía latinoamericana 1980-1992 (Ay del seis; España 2018)

-Luis Eduardo Garcia (México)
-María Auxiliadora Balladares (Ecuador)
-Iris Kiya (Bolivia)
-Leonor Olmos (Chile)
 
 

Gabriela Vargas Aguirre

 
 
 
 
Reuniones familiares

Se ha hecho costumbre beber de todo vaso disponible,
pararse al espejo y tomar el primero del día.
Aferrarse a un muñeco fabricado con polvo,
con el que te sientes seguro, como si al tenerlo
obtuvieras las llaves para cerrar todas las puertas y no tener que salir.

Preparar otro, les digo, se ha vuelto costumbre
y hoy no usaré agua fría por si me quemo la garganta
cuando el vaso se llene de fuego.
Entonces, dejaré el alcohol arder, me dejaré llevar
y el muñeco de polvo dibujará en mi brazo una línea irregular.
Me dejaré llevar, también, querré un cigarro relleno de retazos,
las sobras de un velo azul, que se ha quedado en un descuido de mi madre.

Al quemar los hilos, se liberan, la liberan.
Entonces es ella llegando, la invito a pasar,
la miro llegando: camina muy lento hasta los perros.
Entonces, por primera vez, la invito conmigo a beber,
a cantar canciones viejas, a beber arrimadas al espejo.

Mi madre nos dejó como herencia cerca de mil vasos disponibles
y con cada uno he matado a alguien distinto,
porque una herida es ninguna y para mí han de ser todas las balas.

Mi madre tendrá el único vaso que no se ha encendido,
el único vaso en el que no ha muerto alguno de mis peces
ahogándose en mis sueños etílicos.
Mi madre tendrá ese único vaso,
se sentará conmigo y no hablaremos nunca más del pasado.

Se ha hecho costumbre beber de todo vaso disponible.
Entonces, decir su nombre, dolerá mucho menos.
Entonces, tomaremos algo para herirnos
y abrazarnos mientras nos hierve la lengua.
 
 

Mi habitación fue una cuerda de violín

Gipsy boy con un violín dibuja un vaso de leche azul estrella,
ahoga una canción, la sumerge, líquido exprimido de un párpado recién nacido:
no vuelvas a llorar que los barcos de papel se derriten y se convierte en compases mudos
no vuelvas a llorar que soy un cementerio de portal,
claves rotas de sol y fa cosiendo el aullido de un puente inclinado.

Entonces un eco dice:
• Si Gipsy boy conquista su habitación, dejaremos una cuerda bucal que siempre dirá tu nombre: “Blanco” se volverá un acorde.
• Si Gypsy boy conquista una escalera caracol, dejaremos una cuerda para sostener erguida la puerta para protegerlo de un huracán de papel-cuchilla.
• Si Gypsy boy conquista la mitad de la cama, dejaremos que Heidegger se convierta en una cosa, caja campana cosa, que lo despierte abrazado al hueso que escribe este poema.

Entonces el violín patina y el joystick controla las ventanas, las cierra dejando un muro repleto de cigarras para que no entre la luz, para que no se acabe el decir:

“es la noche y la noche destruirá el reloj”.

Entonces, el sol quema las cigarras, entonces, entonces, suena manecilla-movimiento y ya fue mañana.
Gipsy boy está triste, Gipsy boy ahora toca un blues.
 
 

Rigor Mortis

He ordenado sistemáticamente las baldosas de la pared de enfrente. De sucia a limpia. De negra a verde. Porque aquí todo es verde o blanco, y el olor a enfermo persiste aun cuando limpian tres veces al día, tres personas diferentes.

He lavado mi cara por horas para borrar mis ojos ciegos, mis ojos que son tus ojos, para olvidar que parezco de cien años cuando los pájaros llegan del sur a cubrirnos con su polvo, olvidando cómo se vive y cómo se arde.

He ordenado sistemáticamente las hebras de tu cabello tieso, de grueso a fino, de negro a blanco. Porque aquí todo deja de ser tibio todo se vuelve ceniza cuando mi corazón es atravesado por el filo de un cincel que nos vuelve mansas piedras, solas, estatuas al pie de una cama, de cualquier cama, de cualquier calle, sistemáticamente olvidadas por Dios.

HORA DE MUERTE: 00:00:00

 
 
Flashback 3
(Las voces)

Vacío está. Vacío me respira en la nuca mamá, vacío me habla. Dime que eres tú, que hablo contigo y eres tú quien mece la puerta, dime que eres tú quien enciende las velas alrededor de mi cama. Que me llevas hacia el final de las olas, donde termina la siembra y las estatuas aún miran al sol. Que las voces son solo lluvia, que las sombras es solo el amor de la noche rehaciendo la noche. Que eres tú, mamá, con un plan para recuperar nuestros corazones, y que esto que escucho no es un niño llorando en un charco de orine, un niño y su imperio de fantasmas poblando mi cama y mi hambre, que el miedo no son las fauces brillando, barullos como tempestades, ni una mandrágora trepándome, esperándome sobre las sábanas.

Vacío está, me respira en la nuca, mamá, vacío arde porque aquí siempre seremos tres, aquí siempre habrá alguien inconforme. Vacío está como un sicario dentro de un cuarto sin luz, vacío respira. Vacío está, vacío me respira en la nuca mamá y todos sus lobos vienen a detenerme.


 
Los insomnios o del miedo a la luz

Una madre aprende a conocer a sus hijos cuando duermen. No me gusta la luz, le dije.
Los niños sueñan con un sitio en el que los colores hablan,  le dije.
Tengo insomnio madre, el peso de una cascada en llamas me parte la espalda.
Tengo insomnio madre, el pasar de un jaguar es la inquietud que habita mis rodillas.
Tengo insomnio madre, todos los guerreros a mi lado están poblando las cruces, que también son sus camas.
La madre no puede conocer a un hijo que no duerme, porque mis ojos se cierran cuando aparece un punto rojo en la ventana.

Yo veo cómo descansan los muebles de la casa en las sombras, yo veo apagarse la ciudad y el drenar de las calles, y todo se vuelve pardo y quedan solo sus verdaderos habitantes: yo habito en una cabeza que puede ver en la noche, la bruma y el humo, yo habito bajo la piel que se muda del calor al frío cuando los días están soleados, yo habito en la ceguera cuando las balas perforan mis pupilas y me dejan a tientas, no duermo en las noches, madre, no me conoces, madre, me perdiste cuando hiciste un pacto con los cuervos, ahora ellos cubren mis ojos con sus alas cada vez que amanece.


 
Flashback 6
Hospitales 1

Todos los que están por morir saben tu nombre. Caminar dentro de un hospital debe ser lo más parecido a caminar al cielo. Niña de zapatos azules, no avances que no te gustará lo que hay dentro, no escuches esas voces que te llaman, que te ofrecen dulces, no jugarán contigo.

Todos los que están por morir saben tu nombre. Niña de zapatos azules, no brinques, no grites, no llames la atención que todos aquí quieren de ti un pedazo de vida, un riñón, un diente sano. No respires que la muerte se prenderá en tu nariz para convertirte en polvo y eso que llamas sombra, que es tu yo malo o tu yo noche, se meterá en tus huesos y te hará llorar.

Todos los que están por morir saben tu nombre. Poseen la cualidad de la piedra. De ahí mismo tu palidez, tu semejanza a la muerte, tu amparo a lo que se dice en voz baja, a jugar en la mitad más amarga del silencio. Quizás más tarde puedas ir a ver cómo sobre el agua van cayendo los cuerpos y, entonces, sabrás que desde ya estás moldeando un muerto.


 

Casa vaciada

Hay un imperio que decae encima de las cosas, los espejos me siguen mientras pienso que el azul te viene mejor que el blanco, y que ahora que tus manos son simples tareas inconclusas, ahora que tu ropa sola sobre tu cama sola, mitad sueño mitad lecho se llena de aire, del relleno que llega de la calle, mientras de tus bolsillos salen tus amuletos muertos, empiezas a faltar.

De los cuerpos, de las casas, de las cosas muertas, sí, también sobre las cosas muertas se construyen nuevas rutas, nuevas pieles, toda la casa es un cuervo envejeciendo en la sombra, viendo cómo lenta, inexorablemente, desintegran sus alas.

Hay un imperio que decae encima de nosotros, los espejos me devuelven el miedo que revelan los rincones, los rincones me devuelven un nido de hilos tejidos por las arañas que encontraron el cadáver de tu sombra que quedó atrapado en los pasillos, dentro de la tina de baño, en medio tus canciones.

rezas, nunca rezas, pero esta vez esperas que algo arriba levante tu cara al sol.
Rezas, nunca rezas, pero esta vez esperas que algo dentro tuyo engendre un corazón de tagua, para llenar el agujero que solo ves cuando estás sola.

Rezas, nunca rezas, porque la palabra salva y en mi lengua hay un tiro de gracia cuando digo: AMEN.
Entonces:

LA CASA SE VUELVE DE SAL CUANDO DIGO TU NOMBRE

 
 

No he vuelto a escribir

No he vuelto a escribir.
De todas formas traigo esta gran bestia
que son oraciones que aparecen cuando camino y que se guardan,
que parece que tuvieran que decirse con urgencia, pero no,
no son dichas, solo soy yo y el silencio.
Solo estoy yo con mis recuerdos y el pasado que, al crecer, se vuelve algo muy malo,
algo para no decirse, algo para ocultarle a mis mayores.
Por eso, traigo esta noche esta gran bestia
que camina tranquila, arrastrándome a dormir durante el día,
doblándome la espalda, hincándome los talones.
Y, aunque salen de mí las palabras como con la luz la voz de los ríos,
me callo,
me callo porque esto no ha de decirse,
me callo porque de decirse heriría al infante que fui,
a la adolescente que fui, a la madre que no fui,
a la sangre que olvidé y que hoy me espera,
a la sangre que dejé encerrada y que hoy me espera,
que me llama constantemente, que me busca como si fuera su último recuerdo.
Por eso solo soy yo, el frío y el silencio,
el teléfono apagado, la puerta cerrada, la boca cerrada.
Una larga excusa de cristal para los conocidos.
De todas formas traigo esta gran bestia
que apenas puede sostenerse conmigo por los pasillos de la casa
que no se atreve a irse, que sostiene en sus manos unos gramos más de tiempo,
que apenas puede ir al baño a mirarse al espejo y arrepentirse.
No he vuelto a escribir desde entonces.
Porque traigo está gran bestia que me dice que esperemos hasta mañana:
y mañana se desdobla y bien podríamos dormir para siempre
y bien podríamos morir esperando.
La gran bestia y yo en el frío y en el silencio.
 
 
 

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