Aldo Vicencio (Ciudad de México, 1991) Poeta y ensayista, estudió la Licenciatura en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Su ha obra ha sido publicada en diversas revistas de Iberoamérica como Punto en Línea de la UNAM, Digo.Palabra.txt de Venezuela y Oculta Lit de España. Su trabajo también ha sido incluido en varias antologías, como Nido de Poesía (LibrObjeto Editorial, 2018).
– Piel Quemada: Vicisitudes de lo Sensible (Casa Editorial Abismos, 2017)
– videolibro Anatolle. Danza fractal (El Ojo Ediciones, 2018).
Autores recomendados:
- Esteban López Arciga (México)
- Ingrid Bringas (México)
- Oriette D´Angelo (Venezuela)
- Rocío Wittib (Argentina)
- Gonzalo Hermo (España)
- Nadia López García (México)
Aldo Vicencio
Personal frame
parte parte,
entreobservar,
un inmueble de vidrio seco
el vagabundo aleteando:
hebra perdida de una cabra ebria
hendir al aparador,
aparato de un sistema descompuesto [queriendo]
pie tras pie hormigueado,
bala encadenada al cráneo
cortinas sin opacidad
en el movimiento del adentro
| viviendo lo que no se ve
anotaciones versificadas,
aplanar el cuerpo
y rondar taquicárdico al otro lado
[el “mí mismo” volador]
velo impreso
de un yo lejano
y los rostros y los nombres andan disueltos
el mirar abandono,
un mirar abandonado
abrasión visual
vigilia llena de ojos
[hay enjambres apenas mirados]
Coreomanía
Hacer camino sombra, camino pardo de otoño rasante
en las costuras de una pequeña cruz en la lumbre
Hay un horadar el arco maravilloso de una campana de luz
que repica cada vez que los soñadores miran al Este y se abren el vientre
Hijos primogénitos de las piedras sanguíneas,
alumbran el polvo de la desaparición de unos caballos danzantes
en los valles de mar oro (valles de aldeas que viven en círculos)
Alambre eléctrico en mi boca, lo muevo una y otra vez
hasta que en él se logra mirar una prístina imagen: una cadena de flores que rota
Hambre de silencio, néctar que chorrea de una grieta en el mármol del hueso,
azúcar en un índice copeteado que se precipita parte hierro, parte aire
(primera alquimia de lo sensible: siempre hay una voz oculta en los opuestos)
Hoja en palma, dorso de ardor en el piso de transparencias:
adelante, un ariete quebrado por la sal de una mesa humilde
Soy el residente de una ciudad desconocida, habitante de una casa oculta
y cría de un vientre nuevo: todos nos deslizamos perdidos de identidad
en la boca de los árboles
Uróboros (in situ)
Viejo viento,
límite manto,
el latido vertiginoso
maniático albergue
en un cruce de miedos
cruz y resta,
cruz y hendidura,
cruz y cero
nada es posible sin subversión
ahogo de la renuncia,
hambre ritual,
todo en el murmullo de la luz
cónclave de piedras,
un martillo absorbiendo paredes
cajas vacías y contiguas,
alcázar de agua seca,
el pensamiento perdido, un pensamiento que no es
al otro lado del círculo,
pendientes de estrellas estranguladas
arista y pica rotando
las calles de un jardín abierto
a resguardo,
león de hojas
asomo distante,
ángulo animal en la eternidad;
el día siniestro: Aldo
el cénit de agua tremolando
al deslizarse el cielo,
mudan las serpientes
[no hay miedo de sentir]
Un nuevo mar de la fertilidad
Prefiero la inocencia que la esterilidad
Más piedad que risas
provenientes de un clóset viejo
Revelo una serie de cuadernos con palabras
atizadas por los complejos de una vida enredada
una persona enraizada en oscuridad
una partícula hecha enredadera de fuego
Puede más mi mano
en el fondo de una cubeta
que la terapia de los mudos
una onda que sube
sube queda y nítida
repitiendo el pulso más íntimo de la historia
de un sujeto,
de un género,
de una especie
(la metamorfosis del día y noche en eternidades
de espejos abrazándose)
Hay un hoyo donde grité
la forma del viento más serrano
Decía hoja y barro,
decía ceniza y gota
Lo siniestro de lo imposible:
cuando mis ojos al fin fueron ojos,
el mar era el sonido
de la flauta de un santo invisible
Milenio
En el dios de las cosas pequeñas
habita
la ávida barricada
en el paraíso del pasto silencioso
un dibujo de sal y piedra aparece a menudo
dictado de la penumbra bajos los ojos
en el filo y en la luz
los linajes malditos
tan fiero el aire
las mariposas: espadas de cobre ardiendo
mataderos de los manifiestos
el mensajero que brota de las sombras
vellocino en la peña
[sus nervios están secos
y siete ojos miran al cielo de los corazones]
la tierra es negra,
ondea nueva en el mar,
sin saber, sin sentir
los cascos vacíos
se rompen contra el agua
alguien ha imaginado un alumbramiento
ésta sombra,
tan larga, transita
ésta lámpara,
tan distante, gira
al centro de los patios,
la cruz en llamas grita
expansión, contracción,
océano sin ahogo:
las manos desde lo alto cubren
a éste animal moribundo
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