Mariana Camelio Vezzani (Punta Arenas, 1994) Licenciada en Letras y profesora de Lenguaje. Junto a Samuel Espíndola realizó el poema-instalación “El juego de las decapitaciones”. Asistente de edición de Ronald Kay del 2014 al 2017. Actualmente participa del colectivo de escritura y traducción Frank Ocean y prepara la publicación de su primer libro por editorial Jámpster.
– Maraña. Panorama de poesía joven. (Editorial Alquimia, 2019).
– Catherina Campillay
– Emiliana Pereira
– Álvaro Gaete
– Emilia Pequeño
– Vicente Oyarzún
Mariana Camelio Vezzani
maría olvido
(km. 37 sur, isla riesco)
acuéstate sobre el pasto escucha
los farolitos chinos crecen en las lengas
el verano es para copiar su ejercicio
y medir tus propios brazos con el líquen
abre los ojos
seis jilgueros sobre tu cuerpo acostado
su vuelo se suspende
los pájaros se anclan en el aire
imagino hilos transparentes les brotan de la espalda
móvil cruel que aletea
apenas tus ojos sucios
el viento levanta la tierra
que removimos con las uñas
el polvo difumina todas las caras
en la pampa cómo reconocerse
si no hay pluma que aguante un tirón
la sangre brota tiñendo las manos
seno otway
(playa km. 63 sur)
varadas en la playa tres ballenas
cantan como el metal
se adivina de las profundidades
un chirrido de columpio viejo
tela mojada contra el vidrio
en los canales se escucha
se cimbra en la noche el canto
vibra el agua –cómo despertarse?
antigua caleta balleneros en 1903
comienzan a construir las primeras casas
pero es diciembre de 1967 y
sobre la bahía las playas de Isla Decepción
cae improvisada una lluvia de piedras
solo eso alcanzas a leer
y la voz ya es pura chispa eléctrica
un delirio coleccionista te susurra
bajas por el estero de carbón desembocadura
mientras la boca de tus labios va cantando
que una lluvia pétrea te regaló por fin
ballenas para la repisa
rotulada «cetáceos» de tu colección
cuerdas gigantes atas a las ballenas
entiendes que fue siempre un mismo relato:
ellas antes ancladas en la caleta de
la chilena sociedad ballenera
te amarras esas cuerdas a los hombros
y un canto que ya no es tuyo ni el metálico
te ordena que nada más resta que tirar
desembocadura estero arriba
bartolomé gonzález
(km. 37 sur, isla riesco)
construiste la casa principal
sobre la columna de las focas
cierro los ojos
veo tus manos clavar los huesos
tu boca decir
ésta es la foca más grande
mira sus cicatrices
sus heridas son las vetas de esta casa
la madera se encaja entre las vértebras
la grasa del animal se coloca sobre las tablas
el resto del cuerpo se desecha
veo tus manos tomar sus intestinos
el olor atrajo a las gaviotas
aleteabas tú también para alejarlas
pero eras uno solo contra el hambre
los pájaros quebraron las ventanas
lloraste con el vidrio entre los pies
cierro los ojos
imagino mi propia casa de vértebras
a ti soplando sobre mi frente
dijiste la foca es un depredador terrible
su piel oscurece en los inviernos
cuando se sabe cercana a la muerte
deja la costa y viaja
para morir sola entre glaciares
comuna río verde
la cinemática de la liebre se estudia con un hilo
que sostengo entre mi ojo izquierdo
y el espacio vacío después del salto del animal
un nudo marca la distancia
pienso repetir el gesto
pero la velocidad no se mide con los dedos
no se le pegan cardos a las liebres
vadear a los zorros en la estepa
hace que la geometría del movimiento
tenga ángulos rectos
no cavan madrigueras
los lebratos nacen desprotegidos
la cinemática no es una ciencia exacta
un ovejero mira los saltos de las crías
desde el puesto a tres horas
de la casa principal y recuerda
un cuento lleno de liebres doradas
asesinadas por los perros
cerro ladrilleros
(52° 57′ 8» sur, isla riesco)
soñé que muerta meditando
yacía sobre algo frío una turbera
el terreno era húmedo e inestable
permanecí allí inmóvil
suspendida por un año un minuto
de pronto sentí movimiento:
una planta diminuta crecía de mi pecho
sobre la piel el brote me frotaba
(todo esto ocurría en la oscuridad)
creció unos centímetros
aparecieron hojas ásperas pegajosas
qué maleza es ésta qué herbario qué clasificación
dos hojas se movían como semáforos
el tallo ensanchado las raíces nerviosas
avanzaron por mis costados punzaron
de ellos brotó también agua
caudal sobre las costillas
de cascadas enflaqueciendo
-levanté la cabeza-
el cuerpo lleno de raíces comenzó a cambiar
la piel húmeda transparente descubrió
fiordos de arterias sobre el pulmón y el estómago
tocando esa superficie blanda
recordé mapas de lugares que no conozco
vi que el caudal llevaba archipiélagos
encerradas en las aguas cordilleras
y otros cuerpos lisos como el vidrio
que vi solo con el tacto
la planta levantó goteando su cabeza
“¿qué haces ahí?” –le pregunté
sótano de la casa principal
(km. 37 sur, isla riesco)
hay zorros que viven debajo de esta casa
su asentamiento siempre ha sido radial y concéntrico
todo túnel lo aprendí de memoria
el ejercicio de dibujar la isla boca abajo
hizo aparecer en el papel un trazado perfecto
de crujires soterrados nocturnos
allí aparecieron también
manchas de musgo que esconden quemaduras
zorros que duermen en esas manchas tibias
sueños de árboles con corteza fotosensible
que imprimen caras cuyos nombres
y genealogía no recuerdo
en el verano vimos pájaros de muchas especies
pero todos de un gris ceniciento
la laguna a medio congelar tiene surcos azules y otros verdes
nada entiendo yo de crujires pero con la lluvia
en cada uno de esos huecos
crecerían líquenes amarillos:
durante todos los tiempos en los barcos
se han visto fuegos en la punta de los mástiles
durante la tempestad se les ha considerado siempre
un signo de protección
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