Florencia Lobo

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Nació en Tucumán (Argentina) en 1984, pero a los pocos meses su familia se mudó a Ushuaia, Tierra del Fuego, lugar donde se crió. Después de diferentes periplos y de incursionar en las licenciaturas de Cine y de Letras, estudió Corrección de Textos y se especializó en Edición. Trabajó varios años en la editorial de la Secretaría de Cultura de la provincia de Tierra del Fuego, y en la actualidad se dedica a la edición y corrección de manera independiente.

– El lento deambular de las tormentas (el suri porfiado, 2018)


– Jorge Spíndola (Chubut,Argentina)
Anahí Lazzaroni (TDF, Argentina)
Miguel Ángel Féderik (Entre Ríos, Argentina)
Rodrigo Galarza (Corrientes, Argentina)
Carlos Aldazábal (Salta, Argentina)
Rita González Hesaynes (provincia de Bs. As. Argentina)
Pablo Romero (Tucumán, Argentina)

 

Florencia Lobo

 
 
 
Nunca mueren las tormentas

A veces, cansadas de existir,
levantan sus aguas
y se marchan a otro lado.

Después vuelven,
a exigir los temblores y latidos
de los que se alimentan
         en las ojeras, en los tropeles
         en la brasa donde anida la
                        juventud del rayo.

Por eso a donde voy
         golpeo piedras,
               enciendo fuegos.

 

Bandada

Rápida, con rumbo al norte
cruza el canal una
bandada de cauquenes.
No se tocan entre sí,
no se separan,
nada altera
el mecanismo del conjunto.

Son una arquitectura
trasladada en el tiempo,
una corriente exacta.

Un punto en el horizonte
que crece y decrece
según las estaciones.

Así,
como mi corazón
mordido por la niebla.

 
Perspectiva

No se entierra al muerto
para no verlo más
sino para seguir mirándolo.

 
Fulgor en la tormenta

Como una luz de Herzog
surgiendo raramente
entre la niebla.

Como esa luna iluminando
El sueño” de Rousseau,
retraída en el follaje,
con tigres encantados
por la visión de una mujer desnuda.

Así andaba la luz
en esa selva mansa,
alambique elemental,
fulgor en la tormenta.

Todo brillaba, el aire mismo,
la selva, los insectos,
y todo se desvaneció
como se fuga el rayo.

Nada quedó de eso
en todo este escenario,
no hay tigres, ni luces, ni doncellas.

Solo agua que cae sin gracia,
solo el río que transcurre
                                
piadoso.

No hay nadie acá
más que el silencio
fabricando su escultura imposible
con las palabras nunca dichas.

 

En el día del tango

Con razón este frente de lluvia,
con razón mi posar sin razón
la frente en el vidrio
auscultando la nada
 
o la lluvia
 
es decir,
esos bandoneones
que caen sobre la tarde
y la empapan y hieren
con su melodía honda
 
tristísima.

 
 
Archipiélago

«Penetra surdamente no reino das palavras»
Carlos Drummond de Andrade

 

Se entra en la palabra archipiélago
buscando islas
 
pero dice la etimología
que lo único hallable ahí
es el mar
 
no un tejido de orillas
un islario bordado
por la espuma y el tiempo
 
solo el mar, el mar inmenso,
el archimar
 
por lo demás, nada sorprende:
toda palabra es por fuera un borde
y en el fondo agua
 
siempre removida.

 

Mirando un sauce

Nadie le pregunta al sauce
por qué nace llorando

y hasta nos complacemos
al verlo esparcir su llanto
suave como el andar de las ballenas
o esos parajes tranquilos
adonde van a morir los barcos.

El sauce llora y el viento se demora
entre sus hojas
como queriendo beber de esa tristeza.

¿Y qué sabemos de esas garzas
que se pasan la vida
mirando el agua y en el agua
el reflejo del cielo y en el cielo
el pez que no aparece?

Es tan hermoso y sin embargo
nada sabemos de las garzas
ni de la tristeza de los charcos
ni del verde llorar de las iguanas
o de las lagartijas.

Nada sabemos y no importa
mientras podamos ver llorar el sauce
o esas aves quietas
que se pasan la vida
buscando el pez del cielo
el triste pez
que no aparece.

 
 
 
 

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