Paula Giglio (1988, Córdoba) es Licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba.En 2017 participó del FIP: XII Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires y de la 33e edición del Festival International de la Poésie de Trois-Rivières (FIPTR). Actualmente reside en Buenos Aires.
Ella, naturaleza (Ed. Babel, 2012)
En el cuerpo (Ed. del Dock, 2016)
Un lugar para mis piernas largas (Ed. Caleta Olivia, 2018).
Paula Giglio
Selección de poemas
“Un lugar para mis piernas largas”
(Ed. Caleta Olivia 2018)
Esta vez soy yo
la que camina despacio
buscando la casa de comida china
donde nos dieron fideos comunes
en lugar de fideos de arroz.
La salida de estación Carranza
se bifurca: es por la derecha;
hacia la izquierda, crece el mundo.
También podría pensar
en dos hemisferios con claridad meridiana:
vos yo
si bien tenemos algo en común
que nos destruye: la dispersión
y creer que vamos a estar bien,
de todos modos.
Algo de interesante tiene
Lo critiqué
porque secaba las tazas
con papel higiénico
y yo, ahora…
esta vida de recién llegada
¿Soñaste alguna vez
con una persona que no conocías?
Diferente a todas,
y sin embargo
estabas tan convencido
de saber quién era.
Y justo cuando suelta
la bocanada de humo,
un cúmulo de pájaros
cruza el horizonte.
que aún está a la expectativa.
Así es todo: pasito a paso.
*
La física llega hasta el corazón.
Hay un impulso
que se imprime en el cuerpo
cuando el subte arranca.
La disciplina de ir pegada a las vías
me recuerda: escuchar, escuchar;
dejarse moldear por la inercia.
*
Un jardín
donde todos los elementos
están presentes:
el agua, la tierra,
nuestro lugar:
justo al medio
entre el roble americano
y el arce japonés.
Llegué temprano porque todavía
no calculo las distancias.
Me pregunta qué hice.
Nada. Él es mi anécdota.
*
Quiere ser el fantasma
de este lugar.
Cuando se muera, dijo.
Derecho por Paraguay
se llega al espacio
que frena el pensamiento:
piso parquet con barra blanca
y espejo que duplica la extensión.
Apoyo la mano,
peso en el pie izquierdo
y el envión es incuestionable.
La rodilla es el punto
de contacto con la tierra.
Pausa; me detengo.
Yo vengo para bailar
lo lento del vals.
Él va por lo rápido.
*
Me acuerdo de que nos sentamos
en aquella mesa, contra la pared.
No eras vos.
Era tu vida lo que me gustaba.
*
Toda la canción es linda
pero cuando entra la guitarra,
a partir
del minuto cincuenta y tres,
aparece lo-otro:
un algo que sabe.
¿Por qué esta esquina
sólo puede ser una esquina
de Buenos Aires?
Inhalo exhalo,
inhalo exhalo.
La cabeza también corre,
pero ahora sí,
yo le gano con el cuerpo.
*
Los hombres con grandes teorías
también arrojan
colillas desde el balcón.
¿Qué le importa al ser social
el ser biológico; al ser biológico
la moral; a la moral
el hedonismo?
*
No desde un punto de vista
lírico o estético,
sino vital, prosaico, cotidiano:
me detengo para ver desde lo alto.
Siempre tuve debilidad
por las vistas panorámicas,
y esto lo digo con el cuerpo:
la ciudad es mía. Nadie lo sabe.
Los demás
están de visita.
Contemplo también una historia.
Cada rincón donde ubico los ojos
ya fue dicho en la literatura;
se bailó, se cantó
-¡salud, Marechal, Expósito, García!-.
Aquellos tímidos años sesenta
que renunciaron al inglés para decir:
el rock es argentino.
Buenos Aires nunca duerme.
Atenta la mirada, espalda
siempre erguida,
un abrazo sencillo, profundo,
que no pide amor, pero sí entrega;
la danza de los intrépidos, el secreto
que la ciudad
sólo le cuenta a un corazón chispeante.
Doblé la esquina de mí misma, para comprender
E. Blázquez
Llega un punto
en donde lo que hacemos
se convierte en nuestra vida.
¿De dónde sale esta fascinación?
Que el humo no ocupe
espacio en la boca;
sólo tiempo para descifrar
por qué
por qué
por qué.
*
Dos estrellas en el cielo
pero la luz que importa
viene de los balcones.
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