Entrevista a Norah Zapata Prill | Bolivia

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BiografíaPublicaciones

Profesora de Literatura y Castellano, egresada de la Normal Superior Católica de Cochabamba. Hizo estudios de post-grado en Lengua y Literatura Española en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid. Entre otros premios y reconocimientos ha recibido el 1.er Gran Premio Nacional Franz Tamayo en dos ocasiones en 1973 y en 1977. Ha sido invitada a festivales poéticos en Zúrich, Suiza (2004), Viena, Austria  (2004),  Rosario de Santa Fe, Argentina (2005), Berna, Suiza (2007) y Estambul, Turquía (2008). Y como conferencista sobre poesía boliviana a Universidades de Austria (2005). Ha ejercido como Directora del establecimiento médico social psicogeriátrico en Lausana, Suiza.

-De las estrellas y el silencio (1975)
-Géminis en invierno
(1978)
-Fascinación del fuego
(1985)
-Diálogo en el acuario
(1985)
-Antología
(2008)

 

Norah Zapata Prill

 

Es un privilegio tenerte como entrevistada en nuestro proyecto. Cuéntanos ¿cómo estás? Qué ha significado para ti haber recibido el Premio Especial de los Derechos Humanos 2015, en homenaje al 70 aniversario de la muerte de Ana Frank . ¿Era algo que esperabas o te pilló completamente por sorpresa?

Me encuentro bien, muy bien. El año pasado, después de mi jubilación, pude al fin dedicarme más a mis viajes, a la poesía, a mi jardín y a una que otra conferencia sobre algunos conceptos filosóficos de animación para ancianos que sufren de diferentes demencias.
En cuanto a ese premio, no me lo esperaba ni sabía tampoco que existía. Sucede que una de mis traductoras al italiano, cuando se me invita a universidades, Liceos de Ciencias humanas del Sud de Italia, Ginevra Viesti, profesora de idiomas, con la complicidad de una joven socióloga, Adele Nacci, habían armado una documentación sobre mis actividades profesionales y relativas a mi poesía y presentado mi candidatura a La Associazione Culturale Academia ITALIA IN ARTE NEL MONDO que me otorgó el Premio. Fue una bella sorpresa que me hizo mucho bien pues cayó justo poco antes mis 70 años. El premio me lo entregaron en el Teatro “G.Paisiello, Lecce (Italia, el 17 de diciembre 2015 en un ambiente de exuberancia verbal y luminosa tan propia a la cultura italiana de la gente del Sud que tanto estimo.

 

Has dicho que es un reconocimiento a “una vida profesional puesta al servicio de los claroscuros de nuestra condición humana”. ¿Cómo relacionas este reconocimiento con tu labor poética?

Ya he dicho muchas veces que la poesía me ayuda a vivir, sí. La poesía ha operado como la lámpara de Diógenes ¿Por qué Diógenes necesitaba de un candil en plena luz del día? Para alumbrar qué cosa? Acaso para que “esa cosa” emerja de sus sombras e irradie con sus propias luces interiores. Los ancianos que yo acompañé en dos Establecimientos médico-sociales psicogeriátricos y los colaboradores que yo dirigí en mi función de directora, me han confirmado que lo que todos buscamos es que se respete la historia de vida que cada uno tiene tomando en cuenta, en la relación, las potencialidades más que las carencias. La poesía: intuición, confesión, símbolo, introspección, intensidad emocional, evasión…, permite el acceso a una suerte de comunión entre lo que son los otros personalmente y lo que nosotros somos, cada uno con sus propias heridas, contradicciones, misterios, metamorfosis, alquimias. Que esta comunión dure un instante, unos pocos instantes, no disminuye el privilegio de convivir el instante de esa manera intensa y humana. Ahora, cuando hablo de “la poesía” no me refiero sólo al verso sino a todo aquello en el que el “espíritu se manifiesta. Desde muy niña presentí que cada uno tiene su lamparita en el fondo del alma, viva. El chiste es darle chispa! La poesía es esa chispa que reactiva. Actué pues como un “encendedor” en muchas ocasiones en otras como extinguidor. A esto me referí en mi discurso de agradecimiento cuando dije que me puse al servicio de los claros oscuros de nuestra condición humana. Por qué insistir solamente en las sombras si también la luz existe?
La correspondencia entre mis vivencias con la de otros está pues basada en todo aquello que el ser reclama y clama: reconocerse en la mirada del otro y en un NO rotundo a la indiferencia.

En 1973, obtuviste otro reconocimiento, la primera versión del Premio Nacional de Poesía “Franz Tamayo”, ¿cómo fue tomado esto por la escena literaria de la época? 

Ese premio me hizo comprender que no sólo estamos rodeados de amigos, que también en esos medios artísticos las relaciones pueden ser fluctuantes, que hay que relativizar la importancia de los premios! A un periodista de Presencia Literaria que me hizo una entrevista en esos tiempos, tal vez fue J.Urzagasti, le dije: las mismas manos que nos aplauden ahora pueden mañana ultrajarnos. Así es cómo pasó con uno que otro escritor de mi generación pero, en general, recibí muchas felicitaciones, muchas flores, invitaciones… Todo ello me hizo bien! Bien seguro! “No hay peor cosa que la vanidad de la modestia” –lo dijo E. Sábato?- No, no fui modesta ni vanidosa, me sentí feliz, simplemente feliz. Lo disfruté y tanto!

Tres hechos marcaron ese evento:

-Un entrañable amigo quien trabajaba en la organización del premio (no digo su apellido por lo íntimo de su historia) estaba viviendo un período desesperante. Éramos confidentes. Un día, él me había buscado en mi casa muchas veces y con insistencia. Tarde en la noche leí la nota que me había dejado: “tengo necesidad de hablar contigo, es urgente, llámame, por favor!”. Imaginándolo mal, muy mal, fui a buscarlo por todas partes. Al encontrarle, nos abrazamos. Fue él quien habiendo sabido que yo había ganado el 1er Gran Premio quiso decírmelo antes de anunciarlo a la prensa. Imaginarás el tumulto emocional que viví entonces: mi Guidito no se había suicidado y yo había ganado un premio, qué PREMIO recibí aquella noche!

-Juan Quirós, el crítico, siempre creyó en mi talento para la poesía. Publicaba mis poemas sin condiciones. Me los exigía. Pero yo no explotaba mucho esa vena por razones de autonomía económica ni tampoco estaba tan segura de ese “don”. Ese premio provocó pues en mí un sentimiento de afirmación y de confirmación de mi arte, éste de jugar con las palabras, de confiarse al papel, éste de enaltecer la existencia para no morirse de aborrecimiento o de lasitud en la rutina de lo cuotidiano. Celebrar más el silencio que la soledad, más la soledad que el bullicio sin excluir alguno que otro carnaval, encenderse y volar, reinventarse y amar “a pesar de la espina y sus espinas” como digo en A los cactos de Oruro, es lo que hice y hago todavía.
Y no, no supe quienes participaron en el concurso. La convocatoria y los resultados se publicaron en los medios de comunicación. Mucho más tarde supe que Oscar Cerruto había formado parte del Jurado calificador. A pesar de que éramos próximos, muy próximos, nunca me lo dijo personalmente. Su discreción era notable!

-La edición de mi primer libro: De las Estrellas y el Silencio, con una tapa azul cielo (mi color preferido) aunque dentro estaban tantos otros azules menos radiantes, produjo en mí un sentimiento extraño: ése del darse sin entregarse, del confesarse pero guardando un pudor ineluctable, límpido, tuyo, solamente tuyo. Sin duda reside en esto el misterio, la magia y la grandeza de la poesía.

 

Háblanos del panorama de la poesía en la década de los 70. ¿Quiénes conformaban la escena poética nacional? 

A mi retorno de España, Juan Quirós me invitó a adherir a PRISMA, una entidad sin presidencia fija, pluridisciplinaria, transgeneracional. Era habitual de reunirse de manera informal en restaurantes o viviendas de sus miembros. Para mí, fue interesante e instructivo. Fue entonces que conocí a Oscar Cerruto, Walter Montenegro, Julio de la Vega, Alcira Cardona, Mery Flores Saavedra, Ramiro Bedregal, Oscar Rivera Rodas, Juan Siles Guevara, Carlitos Coello, Raúl Rivadeneira, Mariano Baptista y tantos otros! Yolanda Bedregal me invitó a algunas reuniones del grupo FUEGO DE LA POESIA. Asistí a algunas sin ser miembro. Por otro lado, algunos jóvenes se reunían los viernes por la noche, libremente, para conversar y tomarse unos tragos (a veces muchos). Entre ellos estaban Humberto Quino, Manuel Vargas, René Bascopé Aspiazu, Jaime Nisthaus y otros. Mi presencia no fue asidua pero sí interesada por esa vida nocturna y de bohemia. Por mis diferentes trabajos, tuve relaciones con periodistas, pintores, músicos, compañeros de ruta, como los sentía. En la Universidad de San Andrés conocí a Pedro Shimose antes de que se exilara a España. Fue un bello encuentro! Siempre en la “U”, tuve la suerte de admirar la inteligencia de Teresa Gisbert de Mesa quien fue mi jefa en la Universidad de San Andrés en el Departamento de extensión universitaria. Dos amigos con quienes trabajé en la “U” quedan en mi memoria: Mario Gutiérrez, filósofo, quien vive en Italia y Víctor Hugo Cárdenas, quien fue después Vice-presidente de Bolivia. No creo sinceramente, que existieran “bandos” poéticos. En todo caso yo no pertenecí a ningún “bando”. En ese mundo que yo frecuenté habían académicos y marginales, ricos y pobres, pacifistas y violentos, orgullosos y humildes, sobrios y displicentes. Cada participante a esos encuentros, tenía un estilo de expresarse y de comportarse, una diversidad de intereses, de simpatías y antipatías, algunos eran cómplices y otros solitarios. En suma, yo me he sentido siempre libre, libre de frecuentar a unos y a otros y hasta de alejarme sin prejuicios. Como estaba de moda la Peña Naira, íbamos a ella algunos a leer nuestros poemas (Silvia Mercedes Avila, Manuel Vargas….) o a escuchar a la sublime Matilde Cazasola quien ha compuesto uno de los mejores himnos al país: “Con qué hierba me cautivas../ con qué cadenas me atas.., dulce tierra boliviana” (El regreso). Guardo recuerdos de muchas de esas personas pero nombrarlas todas es misión imposible. Cada una de ellas me llegó, se alejó o me marcó de manera única. Creo no haber cerrado mis brazos a nadie, ellos están siempre abiertos para la acogida. No exagero cuando digo que soy inmensamente fiel en amistad.

¿Cómo lograbas –en ese entonces–enterarte y obtener publicaciones extranjeras? ¿Existía alguna revista que agrupara la poesía nacional? ¿Existían editoriales independientes que se encargaran de publicar nuevas propuestas?

Entre algunos amigos nos pasábamos publicaciones que no llegaban fácilmente a Bolivia. “Los amigos del libro” las hacían venir del exterior para algunos privilegiados que los encargaban. Jorge Catalano, el gran estudioso de Chopin, también tenía una interesante librería. Pero, donde yo encontraba “joyitas” era en la Plaza Pérez Velasco de La Paz donde se vendían o intercambiaban libros usados. Estaban también las páginas literarias dominicales de periódicos como Presencia, El diario. La revista Signo también era fuente de cultura general.
Por amigos sabía que publicar un poemario no era fácil ni rentable, que las casas editoras preferían publicar libros de carácter técnico, cuentos o novelas. Sé que había imprentas independientes que publicaban a cuenta del autor. Yo nunca recurrí a ellas. No sentí la urgencia de publicar mis poemas acaso porque quería revisarlos. Las pocas publicaciones que se han hecho de mi obra son las que obtuvieron premios: “De las estrellas y el silencio” y “Géminis en invierno” , Ediciones Casa de la Cultura o por la buena voluntad de algunos amigos muy queridos: “Fascinación del fuego”, separata de SIGNO N° 13 en 1985, La Paz, con la intervención de Carlos Coello Vila y “Diálogo en el acuario”, Ed. Casa de los Pueblos, 1985 Cochabamba, con la ayuda de Gaby Vallejo.

De los autores de tu generación ¿quienes crees que no han sido valorados y por qué?

No sabría decirlo. Cada uno guía su vida como quiere o como puede. Hay prioridades a colmar. Mi caso. Además, cada uno actúa y evoluciona de diferente manera. A cada uno sus metamorfosis, sus heraldos, sus urgencias o sus esperas. No es así? Por otra parte, de quién o de quienes debería venir ese reconocimiento? En este caso preciso, Bolivia está aún a educarse, conocer y a hacer conocer su literatura en el mundo. En algunas de las lecturas de poemas, he encontrado profesores universitarios que enseñaban Literatura latinoamericana. Me decían conocer algunos autores sobresalientes, que querían divulgarlos a sus estudiantes pero que sus bibliotecas no disponían de libros. Sin duda uno de los roles del Ministerio de Cultura y Educación, de las direcciones de las bibliotecas estatales, de las Casas de Cultura debieran tener esta misión divulgadora. Pero también añado que el mismo autor debiera imponerse esta tarea. Pero, ya sabemos que, sobre todo los poetas, combinamos mal o no sabemos combinar la publicidad, los negocios con el hacer poético.

 

En estos momentos ¿cuál es –si es que existe– la relación que mantienes con tus pares generacionales?

Hay presencias ausentes. Hay ausencias presentes. Pero, estoy convencida de que hay más presencias aunque no siempre físicas. Cuando vuelvo a Bolivia o cuando asisto a algún Festival internacional de poesía encuentro uno que otro con el mismo sentimiento de afección y de admiración como si el tiempo no hubiera pasado. Pero, en este auto exilio mío, han sucedido dolorosas pérdidas de seres entrañables. Desgarrador es pues estar lejos de la pena de un amigo, no acompañarle, no hacerle sentir físicamente tu fidelidad incondicional. Pero no han muerto, viven en mí. Cuando se ha compartido intensas vivencias hay algo de eternal.

 

¿Cuáles fueron tus mayores influencias? ¿Qué temas se manifestaron en tu trabajo desde un comienzo, con cuáles te quedaste y cuáles fuiste dejando de lado?

Ya lo dije alguna vez: estoy hecha de todo lo que he vivido, de lo que he imaginado, de mis emociones, de lo que he soñado. En ese todo están literatos, filósofos, pintores, músicos, bailarines, sociólogos, psicólogos, la demencia con aquello que tiene de delirio, de dolor, de hilarante y de misterioso, están las gentes simples que me han enseñado la ligereza de la gratuidad y de la sabiduría. Están las religiones, las ideologías, el amor, los cuerpos, los yermos, los equívocos, las incomprensiones, las renuncias, los viajes, una mirada, el haberme maravillado. Soy pues, una alquimia de todo ello incluyendo mis dudas, mis paradojas. Dar nombres precisos sería ser ingrata con algunos que se han fundido en mi memoria, que se han esfumado con el tiempo, sería fragmentar mis vivencias. No sabría hacerlo ni quiero.
Mis temas son los mismos pero revividos de manera diferente: la vida, la muerte, el amor, Dios, lo social, el sentido que ellos tienen en mi vivir con sus prismas, sus incógnitas.

 

Naciste en Cochabamba, estudiaste en La Paz, viviste en España y desde hace más de treinta años radicas en Suiza. Desde ahí ¿cuál es tu relación con la literatura boliviana actual?

Efectivamente, nací en Cochabamba. Mis estudios primarios y secundarios los hice en La Paz. Ya bachiller, me fui a estudiar medicina a la Argentina. Fue un intento no realizado por razones económicas. Volví a Cochabamba-Bolivia. Me inscribí a la Facultad de odontología. El gobierno de entonces hizo cerrar las universidades por miedo a un golpe de Estado. Esto hizo que eligiera una carrera más corta. Así fue cómo terminara mis estudios de profesora de Literatura y castellano en la Normal Superior Católica “SEDES SAPIENTIAE” de Cochabamba. Para hacer sólo 1 año de provincia, me fui a Villazón. Mis poemas ya se publicaban en páginas literarias. Jorge Siles Salinas y Juan Quirós me convencieron de ir a Madrid a seguir un curso de post-grado en el Instituto de Cultura Hispánica. En Madrid conseguí una bequita para la Universidad Italiana para extranjeros de Perugia. A mi regreso al país, me reinstalé en La Paz durante 7 años para trabajar en la docencia, en la Casa de la Cultura Franz Tamayo y en el Departamento de extensión Universitaria. En ese período viaje bastante por Bolivia. Conocí sus 9 departamentos y algunas de sus provincias. Actualmente, vivo en Suiza desde el año 1978. He dedicado pues casi 40 años de mi vida a la psicogeriatría tanto en el trabajo como en los estudios. También viajé mucho. Pero lo literario, voluntaria e involuntariamente lo relegué. He leído poca literatura. Algunos amigos me han aconsejado algunos libros, he oído comentarios, reencontrado escritores amigos que son para mí fuentes de cultura. Me pongo de esta manera un poco al día sobre las cosas que se escriben y de las promesas que apuntan en el campo de la poesía. Ha sido el caso cuando Vilma Tapia Anaya me hizo conocerte y contigo a los jóvenes poetas del Martadero que animabas. Recuerdo con emoción la lectura de poemas, las preguntas de los jóvenes. Comprenderás que estas circunstancias tan ocasionales no me dan derecho a decir que tenga un conocimiento ni una relación profunda con la literatura boliviana. Lo siento por mí, pero la dedicación a mis responsabilidades profesionales así lo quiso. Ahora que estoy jubilada, estoy leyendo o releyendo poco a poco. Me queda la esperanza de no morir tan ignorante en la materia.
Ahora sobre mi nomadismo? Pienso que nací con ese sino. Desde niña, las circunstancias de mi vida no me dieron el tiempo necesario para arraigarme definitivamente. O tal vez, siempre tuve la percepción de que mi vida obedecía a innombrables universos existenciales y espirituales.
Cuántas veces he observado maravillada e intrigada a los caracoles. Son ellos mismos su casita y están en continua trasformación y evolución, como nosotros. Pero, no sé cuándo, cómo ni dónde mueren y si sus caparazones ya son, en sí mismos, su féretro. En mi poesía hay mucho de esto, de nomadismo: “Viajeros somos, viajeros moriremos” digo en mi poema “Viajeros”; “Después de todo todo es viaje / Incluso el sol que sangra en la Plaza San Marcos a esta hora en que la hora se va / como una amante al lecho” digo en “Venecia sin ti”.
Actualmente vivo en una casa en Lausanne pero no dejo de viajar. Si algo me retiene en ella es el jardín a quien le dedico muchos cuidados y tiempo. Pero aún él está en constante mutación a través de las estaciones. Los visitantes: pájaros, insectos, moluscos, gatos y amigos vienen y van. Así va mi vida.

 

¿Cómo piensas que se ha visto afectado tu imaginario debido a la condición de permanente extranjería?

De manera tangible diría que mi visión del mundo y de nuestra condición humana se ha extendido, se ha saneado. Ahora más que antes, sé que es igualmente importante oír al otro en lo que dice como en lo que calla, como en aquello que no puede exprimir. He constatado, en todos (aunque algunos no lo admiten fácilmente) la necesidad de afecto. Pero esto no viene solamente de mi “condición de permanente extranjería” sino de experiencias y encuentros verdaderos. Y también, viene de un trabajo sobre mí misma. Esto no quiere decir que vivo en un estado permanente de armonía y de comprensión. No, no, mis fallas están, son irreductibles pero yo en lugar de combatirles ilusoriamente hago que me sirvan de acicate para estar vigilante a sus habituales tentaciones. Mi “imaginario”, se ha enriquecido, es más inventivo, reactivo y ágil. Me permite salir de las rutinas, me permite la fantasía, la evasión, el reposo, el ensueño. Lo tengo por aliado pero, a veces, lo tengo vigilado para que no me tiranice y me ahuyente de la realidad

 

A partir de lo anterior, ¿crees que es posible superar el lugar de origen?

Para mí, el país de origen es irrenunciable. A Piera Mttei, traductora de mi poemario “Capricho umano” (Ed. Gatomerlino, Roma 2014) en una entrevista que me hizo le dije: Mi pasado boliviano resta intacto. Hace parte de mi presente y hará parte de mi futuro. Sus calles, sus montañas, sus ríos, sus cielos y sus noches, sus gentes hacen parte de mi vida. Y es verdad. Mi experiencia suiza me ha permitido conocerme mejor y comprender mejor lo boliviano. Tengo la doble nacionalidad, agradezco tanto a Bolivia que a mi país de adopción. Alguien me dijo que somos de allá donde por 1ra vez aprendimos a ser inteligentes. Tal vez sea así aunque no sepa definir bien este “ser inteligentes por 1ra vez”.
Me gustaría añadir al respecto, una frase de Etty Hillesum: “En todas partes donde se extiende el cielo estamos en lo nuestro. En todo lugar de esta tierra estamos en lo nuestro porque portamos el todo en nosotros mismos”.
En muchos de mis poemas está presente mi Bolivia. Digo mi porque cada uno la siente de manera personal. Justo unos versos de Labios y tierras para responder a tu pregunta: “Retorno / Tierra./ He comido de otros panes /Pero sintiendo siempre que el trigo / Ha madurado entre tus surcos”.

 

No resulta fácil encontrar tus publicaciones en el país. ¿A qué piensas que se deba?

En mi caso: mi manera de ser, la distancia, y no haber solicitado la reedición de mis libros premiados. Ya se me dijo que los editados por la Casa de la Cultura Franz Tamayo estaban agotados y que los solicitaban pero yo no hice nada al respecto.
Sinceramente, no me he sentido afectada por este hecho porque yo misma me he mantenido al margen de la incursión de mi poesía en los medios de difusión. Lo extraordinario es que mis poemas siguen siendo de actualidad y que mis presentaciones despiertan interés. Es por este motivo que osé prometer (en Albi-Francia) a Vilma Tapia y a Guillermo Ruiz la edición, hasta fines de este año, de una antología personal con mis poemas publicados e inéditos. Felizmente, contaré con la ayuda de ambos para realizar esta enorme empresa de 50 año de escritura! Aclaro que este tiempo hubieron períodos más fértiles que otros y también de desecamiento y de sequías.

 

¿Cómo ves la cercanía de los autores jóvenes frente a tu obra? Esto teniendo en cuenta que hace un par de años pudiste reunirte con nuevos autores, principalmente, cochabambinos. ¿Has logrado entablar algún tipo de diálogo con ellos?

Quizá porque estuve en la enseñanza, quizá porque guardé intacto mi espíritu de joven enamorada de la poesía y de la vida, quizá por aquello de la transmisión, los poetas jóvenes me seducen e interpelan. Los muchachos que encontré en el mARTadero y que leyeron sus poemas, créeme, me emocionaron intensamente. Qué madurez, qué sensibilidad, qué manejo de la palabra! Cuánta franqueza en sus preguntas. Imposible no haberles sido espontánea y sincera, imposible no haberles admirado. Hubo reciprocidad. Sabes, cuando ese tipo de corrientes se conectan es para siempre. Después, otro día, junto a un aperitivo, te acuerdas?, intercambiando confesiones y versos, fue sencillamente poético. Por otra parte, aprovecho la oportunidad de felicitarles por la tarea de acompañador de poetas jóvenes que se han impuesto y por el resultado: la edición de una Antología blanca y sin título. Ella me supo a un panal de abejas en el cual cada celda contigua una de la otra revela diligencia, colaboración et inspiración.
Me agradaría dedicar más tiempo a ese tipo de encuentros pero mi problema es que siempre estoy de paso. Lo mismo me ocurre con los estudiantes de letras del Sud de Italia. Después de unas horitas ya es tiempo de alzar el vuelo. Pero esto no impide que sepa que intercambiar confesiones y versos es esencial para el alma humana y para el cuerpo igualmente.

 

Por último, ¿cuál es tu relación con la poesía Suiza? ¿Nos recomendarías algún autor o autora en particular? ¿A quién no nos recomendarías por nada del mundo?

A parte de haber sido invitada a algunos Centros Culturales suizos, de no haber aprovechado las ofertas de publicación de un poemario traducido al francés, he conocido a 3 magníficos poetas: Jean Marc Loretán, José-Flore Tappy y Jacques Chessex. Son más que recomendables, admirables!
En cuanto a qué autor o a quienes no recomendaría “por nada en el mundo”, me pregunto a mi turno, con qué atribuciones me permitiría hacerlo? Yo puedo sentir antipatías pero no a punto de marginalizar, de juzgar y menos aún de condenar a alguien. Acuérdate de la historia de “El patito feo” de Endersen quien se vio, andando el tiempo, ser un magnífico cisne. Yo creo profundamente que unos y otros somos seres en “devenir”.

 

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