Estudió Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica y Pedagogía en Educación Media en la Universidad de Chile. Participó en los talleres literarios de Balmaceda Arte Joven entre los años 2008 y 2009. Durante 2010 fue becaria del Taller de poesía impartido por Floridor Pérez y Jaime Quezada en La Fundación Neruda. Actualmente desempeña labores como profesora de lengua castellana y comunicación.
–Lud mía (2011) junto al poeta Alexander Correa.
–Barro (H)otel (Cuadernos de Poesía, Biblioteca de Santiago, 2012)
–Barro (Balmaceda Arte Joven, 2014)
–Este pasar de cosas (Edicola ediciones, 2015)
–Ángel Valdebenito Verdugo (Chile)
–Alexander Correa (Chile)
–Daniela Catrileo (Chile)
–Nicolás Meneses (Chile)
–Gastón Carrasco (Chile)
ANGÉLICA PANES
(De Este pasar de cosas. Edicola, 2015)
LETANÌA
Se insiste en la hipótesis
del presentimiento basados
sobre todo en las últimas acciones
y declaraciones de la fallecida:
asegurar los víveres, devolver
algunas cosas, preguntar
por los hijos, nietos, bisnietos, insistir
en el pago de las cuentas, en el manejo
de las llaves, decidir el uso
de ciertas prendas de vestir
todo lo cual, hace presumir.
Y se declaran consternados
quienes la cuidaron el último
tiempo escuchando desde todos
los puntos de la casa el monólogo
casi como una letanía
que los situaba en el devenir
de sus noches, las horas y se declaran
consternados al sentir
que no supieron ver
la muerte tendida
a la puerta de la casa
cual perro ante el único reducto
de sol primavera.
Y el desfile de deudos
silenciosos interminables. Pausados
en su sorpresa, los vecinos
los familiares, las cuñadas
y sobrinas llegaban
y arrimándose bebían
un poco, lloraban un poco,
guardaban silencio
y reiteraban las frases
sosteniendo el votivo consuelo
de una buena muerte
acto minuciosamente organizado
y dirigido por el eximio
dramaturgo que ha planeado
desde el destino de las platitas guardadas
hasta el rol que nos tocará ocurrido
el deceso.
E iban observándose,
dolientes, contritos, leves
mientras el silencio
se esparcía, las plegarias al altocielo
se esparcían y todos paganos entonaban
las mismas frases: letanía
como devenir, se observaba
otra hipótesis sostenida
la sensación de primavera
cargada, densa. Cosa
de energías y feng shui
pero lo cierto es que la sensación era
más bien como un gran Midas propagando
la peste del oro a lo que tocara:
mustios, silenciosos
no creyentes y dudosos
aun cuando, lo cierto, es que iban
pegando imágenes en las paredes
verdaderos collages, estampitas
de la buena muerte, lanitas rojas
enrolladas a la cintura
para proteger, para espantar
la fractura donde ni el escepticismo
del que se vanagloriaban les servía.
Pura pobreza de espíritu
ahogo y verano y humo
que los iba poniendo mustios
y acrecentaba las ganas de huir;
al sur, al norte, a algún lugar. Huir
a alguna parte donde renovar
esa sensación de fin de mundo, dantescas
decían, las plagas decían, todo
el mito cristiano del castigo, decían.
BORRASCOSA
Quedarse ausente, febril.
Redención. Buscarla en las lecturas,
como quien se interna en un prado
verdoso y campestre para perderse días
horas las noches. Quedarse silente, inmóvil.
Pensar en las cosas que parecieran ir
desgajándose en su importancia mientras
plantas y animales van invadiendo.
LAS MEMORIAS
Entre Santiago y Lolol recalar en una cocinería cual bistro en medio de la campiña, sintiéndose intrigados por los tragos preciosamente servidos en jarras que una mujer revuelve con propiedad como si de atender a su padre se tratase mientras recibe y propone, mece y caemos en la sibarita tentación de los más enjundioso menús de toda la comarca.
Entre Santiago y Lolol una carretera cortando la campiña, sonriéndonos el trayecto, acariciándonos con su cordialidad primera como condición o posibilidad de tiempos vacíos, muertos, solos, una parada final.
A LA HORA DE LA CANÌCULA EL CUERPO UN ACOMODO ENTRE LA SIESTA
y el silencio de la casa en la planicie que suele acogerme
regalarme una estancia para sortear esta soledad que se me curte
En el patio fierros oxidándose al sol, perros
viejas ollas como platos de estos comensales que sortean las horas
días, sus noches
Y a la hora de la canícula dejar entrar el aire tibio a la casa, soportar
esta sentencia como un regalo también del estío y dormir
dormir en la planicie llenándome del polvo que se va colando
por los poros hasta hacerme una figura imprecisa, una figura
que desde el camino, para quien alce su vista, anuncie pruritos
de agradecimientos como un letrero estatal al cruzar la región.
EL VIAJE COMO UNA TISANA
Sentada a los pies de la cama tempranísimo
sus historias mañaneras entrecortadas por mis últimas somnolencias
preparar: leche para ella, café para mi, tostadas para ambas; lecturas
posteriores juegos de media mañana; orden de la casa, del cuerpo, silencio
tipo doce del día del living al comedor a la pieza; almuerzo; sobremesa
toda la tarde en su extensión hasta las últimas conversaciones
así los días, las horas, podríamos: intuiciones
algo que no tenga nada que ver con la idea del viaje
como turismo estival, turismo aspiracional o compensación de
infancia pobre (yendo a Cartagena por el día no más en un bus
repleto de vecinos: la organización de club social)
nada que tenga ver con esas ideas; mejor puros viajes clase B:
bajo presupuesto, sin fotos, sin souvenirs como si fuera una tisana
una larga cura de sueño con calor, con hambre, con tierra
por todo el lugar un blanco silencio de los días por venir, una marca
de sol atenuándose con el paso de las estaciones.
El vaho de una tisana recién preparada, reconocer
los sabores y caminos mezclados, esa propiedad:
no chocar con los muebles al contraluz.
CAUCE
(inédito)
I
La silueta de los gestos debe ser sobre el tapiz de los días,
sobre superficies que, libres, ofrezcan espacios que completar
así mesas, paredes mohosas, libros rayados
ropa manchada, vasos trisados, mándalas naturales
lápices astillados
paredes cuyos cauces son los trazados
de alguien que aprende recién a tomar el lápiz.
II
Él prolonga sus gestos cual planta silvestre que se propaga
por el jardín imperceptible, silencioso malvón, aquí y allá, de ramas
que parecieran entretejerse sin patrón, tan solo siguiendo el favor
que el viento ha dado a sus semillas
las que ahora se yerguen por entre la maleza.
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