Virginia Segret Mouro

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BiografíaPublicacionesAutores Recomendados

Argentina, residente en Banfield, provincia de Buenos Aires. Profesora en Letras en los niveles secundario y terciario.

Poemario, Agón, 1984
Memoria, Último reino, 2006
Antigales, Ediciones Tenía Razón el Malón, 2007
Cantata al Polo Sur, Ediciones Tenía Razón el Malón, 2007
Con bandoneón, Ediciones Tenía Razón el Malón, 2009
Cuentos infantiles en Editorial LESA, 2009
Galiza, Editorial Ojo de Poeta, 2017
Geografías imposible / Persia, Ediciones Tenía Razón el Malón, 2017.

Sebastián Olaso
Claudio Archubi
Teresa Orbegoso (Perú)
Ricardo Rojas Ayrala
Eugenio Polisky
Álvaro Olmedo
Otoniel Guevara
Hugo Toscadaray
Alicia B. Pastore
Irene Marks

Virginia Segret Mouro

Tres Bocas / Tigre
 

«Aquí las lejanías de la irrealidad»
María Meleck Vivanco

Tan liviano
como el peso de un bote vacío en el agua del riacho

Casi de aire en el aire
como un cairel de agua pendiendo de la hoja
de un trébol que mentía sus cuatro hojas de hechicería

Tan ardiente porfiado condenado roto este amor mío

Desprendido de sí mismo al nacer
por designios oscuros anunciándose
en las alas de las luciérnagas irreales
en el sobresalto del miedo
en ilusorios arcoíris
en la emboscada de las auroras boreales
insaciables en su impostura deletérea y muda

En las madrugadas
que tramaron sus telas de nieve en el hervor amante

Morir de amor no salva
Atar la respiración al amor no salva
Querer encadenar el sol no salva
Fundar la ciudad de los sueños no salva
no, príncipe mío

Y ahora sola se deslíe en mis manos
la desollada caricia que se fue en esa barca.
Río de mi pena desplumada adentro.

 

El amor en Banff

Intimida (desvelo de un pájaro en llamas que traga la noche)
Merodea (la noche es profunda y huele a glicinas)
Sobrevuela (el hambre es un eco que arrolla los mares)
Acecha (corola en combate guerrero y su furia)
Se inmiscuye (océano sin huesos dulzor en la herida)
Hurga (galope en la sangre del viento en vigilia)
Se desencadena (y crujen y estallan y duelen el sol y la luna)
Se derrama (estuario de peces mordiendo en la noche)
Se expande (alivio en la casa nocturna y el cielo)

Comulga conmigo

Ahora
hagamos silencio

La noche es el rostro de nadie es tu rostro y el mío.

 

Tango a la luz de Buenos Aires que se apaga desde los ojos de Mónica

En esta hebrita tuya gris, de perla anocheciendo,
a lomo de sonámbulos,
a lomo del sopor de este verano,
lleva perdida en su laberinto de vacío Mónica
la pradera insomne de sus ojos.
Los ojos de Mónica,
a merced de tu vuelo indiferente de resolana gris.

Luz en la sordina de este anochecer de febrero en Buenos Aires:
dale un trago de sol de rascacielos,
dale, ciudad arisca, brumosa en el barro del cartón de tus veredas,
un sorbo apenas de la vieja luz de tus vetustas fachadas, lámparas
para su sed traidora y asesina.

Los ojos casi ya de un desvariado gris.
Los ojos ovillados, sin huéspedes.
Los ojos de Mónica en febrero en Buenos Aires.

 

Ante la belleza de un ejemplar de ammonites

Como orillar lo misterioso del fondo abigarrado de los tiempos.
Como vaciarse de edad y de estado y ser como esta misma contorsión color de greda
en la ausencia del camino.
Como escuchar el latido del frágil corazón en la corriente de fresca jadeíta.
Como escuchar con el latido el crujir de esta cáscara de esta valva piedra no.
Como rodar en playas ignotas playas sin memoria de navíos playas dilatándose sin huellas
sin plantas sin besos de nuestras bocas.
Como si esta milenaria piedra no.
Como si esta milenaria piedra no.
Como si se pudiera añorar un cuerpo amado tendido en la ignota playa sin memoria de navíos.
Como si volvieran del fondo abigarrado de los tiempos sus latidos.
Como si el amado cuerpo me sonriera llevándose a su boca ese latido.
Como si se pudiera transgredir violar estos designios y llevar a tu boca el corazón del caracol
en la corriente fresca de jadeíta.
Ay, este cabalgar en la grupa del misterio.
Ay, este hilar nuestro tan diminuto tiempo.
Ay, esta contorsión color de greda en la ausencia del camino.

 

Mar de Weddell

El mar juega a que encanta con su procelosa flauta.
Inflama, pone a arder corazones,
bramadero de coloniales esperanzas.
El mar hechiza con sus promesas.
Promete glorias a la voracidad.

Y los barcos de Europa, sudorosos de sed y rapiña,
hienden las aguas, avistan escarpadas costas,
rastrillan los bordes de la noche polar.
Los barcos de Europa, extranjeros,
presagian el desvelo de estas aguas,
incuban días de guerra y zozobra
entre las espesas islas del hielo de esta Patria.

Y acontece
que el mar recela de las pupilas de azufre
de los navegantes,
de sus bolsas pesadas de relinchos y sombras,
y mira con sus ojos de ballena entristecida
y se enfurece.
Entonces, escupe su espanto y su ira,
terrible como un dios del principio de los tiempos.

Muerde el viento la soberbia enhiesta de las arboladuras.
Fisuras en la amaderada llaga.
Zarpazo final.

Los barcos de Europa, extranjeros,
navegan las fúnebres aguas.
Los barcos de Europa, extranjeros,
salmodian, abatidos, la música
de maderas rotas y polvo de huesos.

El mar juega a que encanta con su procelosa flauta.

Temblor de soledades.

 

La historia

Hay gestos duros como de granito,
empecinadas voluntades.

Querer arrear las aguas
desde el epicentro de los pechos,
boca de volcán.

Hablemos
de lo que sí sabemos.

Insurrección.

El frío no devorará la carne.
La nieve no se recostará adentro de la sangre.
El viento no jugará su mordida final.

Hablemos
De lo que sí sabemos.

 

Para Avril del mar

Pasajera que vas en el mismo tren conmigo:
Contra la ventana
aplastamos la boca y la nariz.
Mientras viajamos, miramos.
Somos el gran ojo que devora el paisaje y a los que habitan el paisaje.
¿Pero y si el tren oscila?
¿Si se raja el cristal y nos cachetea el viento?
¿Si sin esfuerzo nuestras cabelleras remontan vuelo llenas de luz
convertidas en el alba nueva de cada día?
¿Y si de pronto resulta que en realidad no había tren?

 

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