Carla Sagulo | Argentina

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BiografíaPublicacionesAutores Recomendados

Profesora en Letras por la UBA. Dicta talleres de lectura y escritura en distintos ámbitos. Actualmente, prepara la reedición de Toro, corregida y seguida de dos nuevos poemarios (Nulú Bonsai Editora, 2015)

-El vino de la casa (Ediciones VOX, Bahía Blanca, 2007)
Fuego chico (Nulú Bonsai Editora, Buenos Aires, 2009)
-Toro (Felicita Cartonera, Asunción, 2011)

-Walter Godoy (Argentina)
-Gabriela Clara Pignataro (Argentina)
-Cecilia Perna (Argentina)

CARLA SAGULO

 

EL RUIDO DE LA LUZ

 

I

Azul, la capa de las vírgenes en sus cajas de vidrio
en las esquinas de un país del que vimos tres manzanas
y en cada cuadra una monja,
la puta y el soldado.

Azul, el cielo sin nombres, sin banderas,
atrás del aire de gusanos transparentes
venidos de mirar la pantalla de universo.

Azul, el humo que salía de tu boca
y subía
por el azul de tus ojos
por las pequeñas noches de tus pupilas,
pozos de fuego y agua puros.

 

II

Al lado del río pusieron manteles.
El sol se sirvió ahí,
entero y blanco.

Todos nos sentamos cerca suyo,
junto a la carne trinchada,
las verduras rozagantes.

En el espejo de las mesas
no vimos el futuro;
había un coro de tontos más allá
aplaudido compasivamente por el miedo
entre gaviotas o seres parecidos
a la felicidad.

 

III

Tomar agua con las manos,
tomar de esa luz del agua,
como besando las fuentes
en un cuarto de hotel;
el ruido de la luz ‒te acordás?
Era un tubo redondo,
había tanta, se achicaban las pupilas
hasta el punto más mudo ‒apagás?
Y sin embargo, veía todo tanto
que hasta hoy lo sigo viendo:
tu boca, tus ojos abiertos,
¿guardaron hasta hoy
mi cara o algo, mis tetas,
cuando las puse bien cerca de tu cara?

 
 
VIDRIOS

vidrios sobre todas las cosas
ni un umbral intacto
ni un charco que no sea de vidrio

agarramos las botellas
que aún conservan el cuello
y una lluvia que corta la luz
también nos corta el pelo

tan moderno
que me olvido de las gotas
de frío en el pescuezo

denme un vidriecito romo
para usar de amuleto
un espejo para ver
dónde tengo la cabeza.
 
 

PASO NIVEL

a veces muchos autos juntos
dejan serpentinas de luz en los ojos
como postales nocturnas se piensa
en el tiempo o el calor
del cuerpo en movimiento

en todo caso uno
se siente sin rastro
más bien oscuro
perdido, pequeño

uno camina,
cruza la calle,
espera y mira
la chispa que el tren
hace en la vía

y entonces se dice:
“toda estrella es fugaz”
pero rápido rápido
se frota las palmas
como para no perder
la noción de sólido o bien,
eso que uno es
con frío o con la manos
dormidas, volviendo.
 
 
SEVEN

“…y hoy no hay un mendigo
al que no envidie sólo por no ser yo”.
F. Pessoa

hay un fuego chico cerca de la vía
no lo hicieron para ver, pero es un faro
la única luz más o menos intensa
hasta el neón de un telo
que se llama Envidia
por qué –me pregunto-
Envidia y no Lujuria
mirando las caras
verdosas por la parca
luz del colectivo
pienso nombres
posibles para un telo
perdido en una calle
oscura en Villa Luro
la ñata contra el vidrio
al menos voy sentada
me digo con mis cosas
cargadas en las piernas.
 
 
EL VINO DE LA CASA

No camines descalza.
El vino de la casa
estalló en pedazos.
Habrá que barrer
sus lagrimitas,
buscar en los rincones
la punta de la herida.
No llores.
En las paredes
ya había manchas,
el vino estaba rancio
y la botella sí,
podría haber sido el pie
de esa lámpara que nunca hicimos.
Pero no te inquietes.
Todo se rompe.
Al fin y al cabo,
la casa, nos dicen,
fue siempre luminosa.
 
 
VERANITO

es bueno que haga calor
tener las ventanas abiertas
como piernas llenas de besos

la vecina desconfía
de este clima en pleno invierno

yo en cambio leo
traducciones de anagrama en mi tumbona
y pienso en follar o sea
coger como si fuera
verano en mi hemisferio.
 
 
FUENTES DE CALOR

puse las yemas de mis dedos a tostar
las manos en el fuego por placer:
no me quemo nada

esta llama azul me deja cruda
y tengo frío

todavía, el sol
es un huevo sin romper
detrás del edificio

si el alma existe
es esta espera
de un tiro amarillo
furioso en medio del living.
 
 
LA MITAD ABIERTA

Como nube herida,
llega a mi ventana
de los techos una gata;
viene a decirme
que soy ella
también
en la tormenta

y como a mis huesos,
casualmente,
se les ha dado por temblar,
y a mi cabeza por pensar
la muerte, yo le creo,
le creo y le abro
y me abro así
un tajo:

en el reflejo soy ahora
un solo ojo,
un solo hombro,
un gesto hachado

y en la mitad abierta,
venido de la noche,
descalzo y blanco
un animal entero.
 
 
EL ANCLA

La nostalgia se camina
como una playa en invierno
para no encontrar
más que un ancla oxidada
un ave que no sabe
dónde ir o si debiera
volver a alguna parte.
 
 
CEBRAS

Cebras que pastan; el amor
tiene formas así, penachos
cuando logra que el minuto se complete,
devore la hora, preñada de días,
tal vez años, tal vez fila de estrellas,
y mueva la cola al compás de las moscas
y las moscas se retiren a su muerte por un rato.

Anoche me encontré con una: no pastaba,
bebía, con paciencia de cebra de unos ojos.
Me hizo pensar en que quizás, el amor
podría haber cambiado de elemento.
Porque esa cosa, también, va por el aire;
se han visto nubes con forma de caballo naranja,
duraznos perfectos, se pudo ver el cielo entero
alguna vez, qué tiempos.

Pero el aire ahora
no quiere darnos nada
y no hay ni un minuto vacío:
vivo abarrotada de conciencia
en el congreso de usureros,
en la fábrica de anteojos;
podría morir de asfixia o
vidrios rotos.

Podría morir de tantas cosas:
invadida por la fe, descerebrada,
mordida por la artrosis, la gangrena
o por besar una pantalla y recibir
la patada eléctrica de todos los toros.

O no. Mirá la vida:
¿ese trueno que ahora escucho,
ese rayo por las nubes,
no es la cebra
desbocada que regresa?

 

 

 

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